La antigüedad del juego de pelota

Eric Taladoire

El juego de pelota precolombino

Hablar del juego de pelota prehispánico en México es a la vez justificado y muy reductivo: reductivo porque, según las evidencias arqueológicas, iconográficas y etnológicas, no existía un solo tipo de juego, sino varios, muy distintos y probablemente antagónicos. Justificado porque la mayoría de estos juegos nunca conocieron una historia o trayectoria tan larga y rica como el tlachtli, o ulama, como se llama ahora. Este juego, que se practica todavía en ciertos pueblos de Nayarit o de Sinaloa, tiene una antigüedad que alcanza por lo menos los últimos siglos antes de nuestra era –o sea, el Formativo Tardío–, y se supone que su origen podría encontrarse entre los olmecas; el descubrimiento reciente de bolas de caucho en el cerro Manatí indica que esta sustancia era ya conocida entonces. El tlachtli tiene así una existencia de más de dos milenios, a pesar de los cambios y acontecimientos que constituyen la historia de México. Además, a través de los siglos, el juego de pelota ha evolucionado y cambiado mucho, aunque siempre conservó un papel primordial entre los distintos pueblos que lo practicaron o lo rechazaron. Con más de mil doscientas canchas ahora registradas en Mesoamérica y en el sudoeste de Estados Unidos, el juego de pelota, entre otros fenómenos, constituye un rasgo cultural que permite caracterizar el mundo mesoamericano.

En la República Mexicana siguen vigentes todavía varios juegos tradicionales cuyo origen prehispánico resulta muy probable. Entre los varios ejemplos conocidos, la pelota mixteca y la pelota tarasca, que se practican todavía en Oaxaca y Michoacán, son los casos más interesantes, sin querer menospreciar otras tradiciones como la carrera tarahumara. La pelota mixteca se juega entre dos equipos, en una cancha larga y estrecha: se golpea con la mano una pelota pequeña y dura, del tamaño de una pelota de tenis; para protegerse de los golpes, y para dar más fuerza, los jugadores usan unos guantes muy pesados, de piel y madera, de unos tres o cuatro kilos. Aunque no se conocen claras pruebas de la existencia del juego en tiempo de la conquista, varias esculturas fechadas del Preclásico han sido halladas en excavaciones en el sitio de Dainzú, en el valle de Oaxaca, que representan personajes vestidos con protecciones corporales, guantes y máscaras, que han sido identificados como jugadores de pelota mixteca. Pero hacen falta datos complementarios para comprobar que el juego nunca estuvo bajo influencias europeas, ya que los españoles conocían un juego que se parece mucho a la pelota mixteca.

En Michoacán, entre los tarascos, el pasiri-a-kuri parece tener un origen prehispánico más seguro. Los jugadores de los dos equipos opuestos usan como cancha la calle del pueblo, y golpean con palos de madera una pelota de cuero o de madera, según la zona en que se practique el juego. Es probable que en los tiempos prehispánicos este juego hubiera sido practicado en espacios específicamente dedicados a ello: efectivamente, en los murales del Tlalocan, en Tepantitla, se pueden ver dos grupos de jugadores llevando palos, enfrentándose en una cancha en cuyas extremidades están dispuestas dos estelas compuestas parecidas a la que se encontró en La Ventilla. Otras estelas similares han sido halladas en sitios de Guerrero o de Guatemala (Kaminaljuyú, Tikal), donde se manifestó la influencia de la metrópoli de Teotihuacan.

 

Taladoire, Eric, “El juego de pelota precolombino”, Arqueología Mexicana, núm. 9, pp. 6-15.

Eric Taladoire. Maestro en arqueología precolombina por la Universidad de París l; ha investigado acerca del juego de pelota y la civilización maya, así como de la historia de la arqueología en México.

Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición impresa:

Occidente