La Casa Real de Tenochtitlan. Cuauhtémoc

María Castañeda de la Paz

Cuauhtémoc fue el hijo más popular que tuvo Ahuítzotl, el octavo tlatoani de Tenochtitlan, por el arrojo y valentía que mostró durante la conquista, particularmente en el asedio final a la isla de México. Su nombre se traduce como “El que desciende como águila”, de ahí que su glifo esté conformado por un águila en descenso, o el águila y unas huellas de pies en posición descendente.

Ahora bien, si su padre era un señor tenochca, su madre fue una noble tlatelolca llamada Tiyacapatzin, hija de Moquíhuix, el cuarto tlatoani de Tlatelolco. Por tanto, es muy probable que esa doble ascendencia, junto con su carácter belicoso, propiciara que tras la muerte de Cuitlahua, Cuauhtémoc fuera unánimemente aceptado por tenochcas y tlatelolcas. En torno a la sucesión hay que recordar que Cuauhtémoc no pertenecía al linaje de Axayácatl sino al de su hermano Ahuítzotl, cuyos miembros quedaron excluidos de la sucesión al trono, regidos por ese orden colateral de sucesión en el que tras la sucesión entre hermanos (Axayácatl, Tizócic y Ahuítzotl), el cargo de tlatoani parece que debía recaer entre los miembros del linaje de Axayácatl, lo que explica que tras la muerte de Ahuítzotl, los elegidos fueran Moctezuma Xocoyotzin y Cuitlahua (ambos hijos de Axayácatl). Por lo anterior, todo apunta a que fueron tres factores los que jugaron a favor de Cuauhtémoc en su camino al poder: a) las excepcionales circunstancias que le tocó vivir, o sea, la conquista española; b) su carácter militar, tan apreciado para alcanzar el rango de tlatoani; c) su doble ascendencia.

Existe un episodio muy poco conocido que vale la pena rememorar, ya que nos muestra a un Cuauhtémoc más humano. Se trata de aquel en el que en plena contienda, el señor de Tacuba se retiró a las espaldas del Templo Mayor para sacar su espejo (el nahualtézcatl) y consultar el devenir de la batalla. Se dice que entonces el espejo se oscureció y con ello se pronosticó la derrota, motivo por el que Tetlepanquetzatzin, que así se llamaba el señor de Tacuba, fue a buscar a Cuauhtémoc para decirle que ya no había nada que hacer. Al parecer, lo encontró desfallecido y sin aliento, motivo por el cual no había subido al templo a luchar. De todos es sabido que el pronóstico se cumplió y la rendición tuvo lugar en Tlatelolco, aunque el relato varía según el narrador.

Cortés señala que García Holguín lo capturó cuando iba en una canoa. Sahagún, sin embargo, menciona que Cuauhtémoc se encontraba en un paraje llamado Coyonacazco, donde se hallaba cercado con su gente.

Muy cerca, en Amáxac, que estaba en el barrio de la Concepción Tequipeuhcan, se encontraba Cortés, quien desde la azotea de una casa le envió mensajeros para que se rindiera. Según este relato, Cuauhtémoc accedió y desde Coyonacazco se dirigió a Tequipeuhcan en una canoa, donde lo tomaron preso. Algunos testigos oculares señalaron que una vez derrotado, Cuauhtémoc le pidió a Cortés que lo matara con su puñal. Contaba con 15 años de edad.

Sobre el gobierno de Cuauhtémoc hay también versiones discordantes. Cierta fuente, por ejemplo, afirma que cuando llegaron los españoles llevaba cuatro años gobernando en Tlatelolco. Difícilmente puede ser esto cierto. En primer lugar, porque desde 1473 Tlatelolco estaba bajo el control de los tlatoque de Tenochtitlan; en segundo lugar, porque durante el gobierno de Moctezuma Xocoyotzin, el dirigente tlatelolca era Itzcuauhtzin y no Cuauhtémoc.

Tampoco debemos creer a aquellas fuentes que nos dicen que una vez electo, tan sólo fue señor de Tlatelolco, pues si Moctezuma y su hermano Cuitlahua fueron cabeza de todo el pueblo mexica, la situación no iba a ser diferente con él. Otra cuestión es que, muy a su pesar, las cosas tomaran rumbos muy diferentes, pues la historia dice que una vez derrotado, Cortés tomó una decisión clave para el devenir tlatelolca: restituyó a su casa real en el poder, dando nuevamente lugar a la división que los mexicas habían mantenido desde el origen de su historia. Fue entonces cuando Cuauhtémoc se convirtió en señor de los tenochcas y un tal Temíllotl en el señor de los tlatelolcas.

Pocos años después, Cortés decidió llevarse consigo a los nobles más importantes del Centro de México a Guatemala y Honduras (expedición de las Hibueras, 1524-1526), con el fin de prevenir cualquier alzamiento indígena durante su ausencia. Junto a Cuauhtémoc iba Coanacochtzin de Texcoco y Tetlepanquetzatzin de Tlacopan, acompañados de sus respectivos séquitos de nobles. Fue en ese trayecto cuando Cortés, al ser advertido de un supuesto complot para acabar con los españoles, los mandó matar. La existencia de ese complot no es del todo clara, pero no cabe duda de que ya por entonces había personajes en el seno de la sociedad indígena que vieron en los desórdenes provocados por la conquista una oportunidad de ascenso al poder. Dicen las crónicas que Cortés los ahorcó en una ceiba, bautizándolos antes de morir, y que Cuauhtémoc recibió el nombre y apellido del conquistador: don Hernando o Fernando Cortés.

Cuauhtémoc murió sin descendencia. Sólo dos fuentes mencionan un matrimonio con doña Isabel Moctezuma, pero mientras una de esas fuentes es apócrifa, la otra está escrita por un español que jamás estuvo en la Nueva España.

 

 

María Castañeda de la Paz. Doctora en historia por la Universidad de Sevilla, España. Investigadora del IIA de la UNAM. Estudia la historia indígena prehispánica y colonial del Centro de México, y se especializa en la nobleza, la heráldica, la cartografía y los códices históricos indígenas.

Castañeda de la Paz, María, “La Casa Real de Tenochtitlan. Cuauhtémoc”, Arqueología Mexicana, núm. 155, pp. 20-21.