La fauna y la flora en los murales de Malinalco

Jeanette Favrot Peterson

Identificación de la fauna y la flora

La identificación de la flora y la fauna se basa en datos biológicos contemporáneos y en fuentes ilustradas del siglo XVI, como la Historia natural de Nueva España (1576) de Francisco Hernández, el Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis (Códice de la Cruz-Badiano, 1552) y el libro XI sobre “Cosas terrestres” del Códice Florentino (1575- 1577), supervisado por Bernardino de Sahagún.

Entre el follaje de Malinalco hay 21 animales distintos, entre ellos 48 aves individuales, con algunas especies duplicadas, como los nueve loros y guacamayos de la familia Psittacidae. La avifauna abarca una amplia gama, desde los depredadores que dominan el cielo hasta las aves de hábitat acuático. A pesar de la falta de color como diagnóstico, la mitad de las aves son reconocibles por las texturas de la piel y las plumas, así como por los rasgos detallados de las garras, el pico y las uñas.

Por ejemplo, el característico piquituerto rojo (Loxia curvirostra), una de las muchas especies de la familia de los pinzones, es identificable por el cruce de su pico que facilita el agrietamiento de las semillas. Están representadas varias aves rapaces de pico ganchudo y apetito carnívoro, entre ellas un halcón (quauhtlotli; familia Falconidae) devorando una serpiente.

Dos águilas crestudas reales (familia Accipitridae) muestran sus típicas crestas emplumadas y sus colas largas y redondeadas; una de ellas se da un festín con un pájaro más pequeño, al que acaba de atrapar con sus garras. Otras especies reconocibles son las palomas (cocotli), dos lechuzas de campanario (buho; chíchitl), una chachalaca, patos (canauhtli), una garza y una garceta blanca (áztatl).

Los tlacuiloque fueron sensibles al retratar la intrincada red de ecosistemas y la interdependencia de las diferentes especies. Los animales se muestran dentro de su propio hábitat, disfrutando de sus fuentes de alimento habituales. En la pared este, por ejemplo, encontramos una garza (con un pez) y un gran pato representados en un estanque de agua rodeado de ninfas (atatapálcatl).

En otro lugar, dos colibríes crestados (familia Trochilidae) sobrevuelan cerca de la enredadera de la “gloria de la mañana” (manto blanco) cuyas flores en forma de campana contienen uno de sus néctares favoritos. El colibrí (huitzizilin) era objeto de admiración por su aparente capacidad de resucitar tras el letargo y sus impresionantes patrones de vuelo. El manto blanco u ololiuhqui (Turbina corymbosa) era igualmente apreciado por sus poderes medicinales y rituales. Cuando se muelen e ingieren, las semillas contienen intoxicantes con supuestas propiedades analgésicas, y proporcionan un medio para comunicarse con los dioses.

Imagen: Detalles del muro sur de los murales del jardín. a) Eloxóchitl (flor de elote, magnolia) en el muro sur de los murales del jardín, 1983. b) Un tlacuache (tláquatl) en el guayabo (xalxócotl), 2003. Fotos: Jeanette F. Peterson.

Jeanette Favrot Peterson. Profesora emérita del Departamento de Historia del Arte y la Arquitectura, Universidad de California, Santa Bárbara.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Favrot Peterson, Jeanette, “El poder, la sacralidad y los sentidos en los murales de jardín de Malinalco”, Arqueología Mexicana, núm. 178, pp. 54-61.