Las montañas sagradas de Teotihuacan
La Pirámide de la Luna se ubicó en el eje mismo de un proyecto urbanístico que sería respetado durante cinco siglos por los constructores de la ciudad más grande de América, antes de la llegada de los europeos.
Las excavaciones llevadas a cabo a finales de la década de 1990 (Sugiyama y Cabrera, 2004) revelaron que el primer edificio de esta pirámide, que se conoce como “adosado”, corresponde a la fase Tzacualli (1-150 d.C.), al igual que los dos que le siguieron. Al ubicarse en la cabecera de la Calle de los Muertos fueron el punto de partida y el eje del plan urbano. Estas construcciones (edificios 1 a 3) se erigieron una sobre otra a manera de capas de cebolla, algo usual en Mesoamérica, tal como lo vemos en el Templo Mayor de México-Tenochtitlan.
Sin embargo, los cuatro edificios subsiguientes (4 a 7) crecieron hacia el norte, sin modificar el límite hacia el sur de los tres primeros, un hecho atípico en Mesoamérica, lo que sugiere motivos relevantes para conservar la ubicación y el eje del “adosado”. Uno de esos motivos pudo ser que era el punto focal de las visuales hacia ortos y ocasos solares en fechas importantes. Lo planteamos en nuestras investigaciones realizadas en Teotihuacan y en las cúspides de los cerros aledaños.
Imagen: Horizontes calendáricos desde la Pirámide de la Luna. Foto: Rubén B. Morante López.
Rubén B. Morante López. Maestro en historia y etnohistoria por la ENAH y doctor en antropología por la UNAM. Decano de la Universidad Veracruzana y miembro del SNI, nivel 2.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Morante López, Rubén B., “Las montañas sagradas de Teotihuacan”, Arqueología Mexicana, núm. 181, pp. 70-77.