Malinalco, Estado de México

Existen diversas opiniones sobre el nombre que recibía este sitio; para algunos llevaba el de Malinalco –que significa “yerba retorcida” o “lugar donde se da vuelta”-–, para otros recibe ese nombre por su cercanía con la población actual y en la época prehispánica se le consideraba como un espacio sagrado cuyo nombre podría significar “la morada de los valerosos y fuertes hombres”, “lugar donde se encuentran los excelsos guerreros águilas y ocelotes”, “los de ánimo invencible” o “los representantes del Sol en la tierra”.

Los vestigios del también llamado Cerro de los Ídolos incluyen estructuras primordialmente de carácter ceremonial y militar, algunas construidas por grupos locales antes de la conquista del sitio por los mexicas.

El conjunto arquitectónico se encuentra dispuesto de tal manera que, además de sus funciones rituales, cumplía un papel estratégico pues desde su altura se dominaba el valle de Malinalco en su totalidad. Este valle no sólo era particularmente fértil, sino que también constituía un punto natural en las rutas de comercio con regiones de los cercanos estados de Morelos y Guerrero, de las que provenían diversos productos. Estas condiciones, además de las connotaciones simbólicas que poseía la montaña, llevaron a los mexicas a conquistar el sitio en 1476. En 1501, el tlatoani Ahuízotl comenzó la construcción de los edificios que ahora se observan; para la época de Moctezuma II los trabajos continuaban y se vieron interrumpidos por la conquista española.

Cuauhcalli

El Cuauhcalli o Casa del Sol es el templo principal de la zona y fue labrado sobre la roca del cerro. El basamento muestra las características usuales en
la arquitectura mexica: cuenta con dos cuerpos y una escalinata flanqueada
por dos alfardas que rematan en un dado. A los lados se aprecian los restos de dos esculturas de ocelotes y en el centro los de un portaestandarte.
La puerta del templo representa las fauces abiertas de una enorme serpiente cuya lengua bífida se extiende por el piso, que simboliza a Tlaltecuhtli, “monstruo de la tierra”, en su advocación de Coatlicue, madre de Huitzilopochtli, dios solar y de la guerra. A sus lados se encuentran esculpidos dos pedestales: uno representa un tambor o huéhuetl, forrado con piel de ocelote, y el otro, una serpiente con escamas en forma de punta de flecha, que ha sido identificada como una izcóatl o “serpiente de guerra”. Sobre esos pedestales se encuentran restos de efigies humanas, posibles portaestandartes que corresponden a los guerreros Océlotl y Cuauhtli. Alrededor del templo se labraron canales para desalojar el agua; el techo era de materiales perecederos, semejante al que colocaron los arqueólogos durante la exploración de la zona.

Interior del Cuauhcalli

Es de planta circular y cuenta con una banqueta sobre la que están esculpidas dos águilas con las alas extendidas y un ocelote. Al centro del recinto está esculpida un águila que, a diferencia de las anteriores, presenta las alas plegadas, y en cuya base hay una pequeña oquedad (también labrada en la roca), que se ha identificado como un cuauhxicalli, recipiente donde se ofrendaba sangre humana.

Edificio IV

Recinto construido en parte en la roca en cuyo interior se realizaban ritos asociados a la guerra. Un numeroso grupo de miembros de la elite atestiguaba las ceremonias desde las bancas talladas en tres de sus lados.

Edificio II

Conformado por dos cuerpos con escaleras que ven al poniente, probablemente estuvo dedicado a Tláloc, dios de la lluvia.

Edificio V

Es una construcción de planta mixta –rectangular y circular– que estuvo dedicada a Ehécatl, dios del viento.

Edificio III

También llamado Tzinacalli, “la casa donde se quema”, está formado por dos cuartos: el primero rectangular y el segundo circular. En la pared poniente de este último se encontraba un mural, ahora desaparecido, que representaba a tres guerreros deificados en la Casa del Sol.

Tomado de Arqueología Mexicana, Especial 35, Estado de México, guía arqueológica.