Guía de viajeros
Historia
La capital zapoteca de Monte Albán es una de las ciudades prehispánicas más fascinantes del área mesoamericana. Lo es, no sólo por sus monumentales dimensiones sino por su estratégica ubicación sobre montes, en pleno corazón de los Valles Centrales de Oaxaca. Al pie de esos cerros también se enseñorea la Verde Antequera, ciudad colonial que es hoy capital del estado, la Oaxaca de Juárez. En ésta confluyen tres grandes ríos que le han dado vida a esas tierras durante siglos. En vista de todo esto, el recorrido por esta región, incluidos los valles Etla, al norte, Grande o Zimatlán, al sur, y Tlacolula, al este, constituye un verdadero viaje por los extensos territorios originalmente zapotecos.
Es probable que Monte Albán se fundara en el siglo V a.C., a iniciativa de uno de los grupos que habitaban en las aldeas de las tierras bajas. La capacidad de esta comunidad —seguramente San José Mogote— para controlar los asuntos de orden social, político y económico, permitió desarrollar un proyecto urbanístico tan perfecto como ambicioso, lo que llevó a la población a asentarse sobre la cima de los cerros mencionados. Esta movilidad, además de dar a sus habitantes preeminencia sobre los pueblos de los valles, les brindó la protección estratégica y de dominio que seguramente buscaban. Lo interesante es que se mudaron junto con sus muertos, los cuales fueron vueltos a inhumar en las tumbas de Monte Albán, es decir, la nueva ciudad se cimentó sobre sus difuntos, con lo que adquirió el rango de necrópolis.
A pesar de los momentos de inestabilidad que al parecer padeció la ciudad, su construcción duró más de 1 000 años, lo que invita a reflexionar sobre la cantidad de trabajo que esto implicó, sobre todo en sus inicios. Modificar la topografía natural del cerro con terrazas y murallas; nivelar espacios para plataformas y plazas, con drenajes y tumbas; acarrear materiales de construcción y agua desde las tierras bajas, al mismo tiempo que bastimentos y mano de obra, fue una labor titánica que se dice fácil. Allí quedan las huellas de diversas estructuras superpuestas, mudos testigos de las distintas modificaciones de la ciudad, siempre acordes con los intereses y deseos de gobernantes de diferentes dinastías zapotecas.
A la fecha [2020] sólo se ha explorado un pequeño porcentaje de los casi 7 km2 (Blanton, 1978) que tiene la ciudad, área que durante su máximo esplendor (500-750 d.C.) llegó a albergar a cerca de 30 000 habitantes, sin considerar a la población que permaneció en los valles, supeditada al poderío urbano. La parte que ahora puede visitarse se encuentra en el Cerro del Tigre o Monte Albán, aunque en el centro (Cerro del Gallo) y en el norte (Cerro del Bonete o de Atzompa) hay numerosas estructuras, como el juego de pelota, que aún conserva sus aplanados de estuco. Las evidencias arqueológicas de la ciudad se extienden en un área de poco más de 2 000 ha, de las cuales quizá sólo se ha explorado un 20 por ciento.
En su época de mayor auge, Monte Albán mantuvo fuertes nexos comerciales y políticos con metrópolis lejanas, como Teotihuacan. El intercambio de mercaderías preciadas y exóticas agilizó el ir y venir de comerciantes, lo que llevó a organizar corresponsalías diplomáticas con sede en ambas ciudades. Hace algunos años se localizó en Teotihuacan un barrio zapoteca con tumbas y ofrendas según sus costumbres. Asimismo, en Monte Albán perduran vestigios de la presencia de Teotihuacan.
Hacia el siglo VIII d.C., la privilegiada situación de esa noble aristocracia decayó. La dispersión de su poderío terminó por debilitar su fuerza principal, apoyada en lazos consanguíneos y religiosos. A partir de entonces, numerosos centros de poder, al mando de nuevas alianzas sociales, económicas y tal vez religiosas, se multiplicaron a lo largo y ancho de los valles. Cuando esos centros dejaron de contribuir al mantenimiento de Monte Albán, ésta murió en el aislamiento.
Se desconoce el nombre original de la ciudad, pues a la llegada de los europeos estaba abandonada y sólo era una leyenda. Sin embargo, Danibáan, palabra zapoteca que significa “monte sagrado”, se refiere al sitio. De igual manera, los mixtecos que arribaron a los valles tras el colapso de la metrópoli la llamaban Sahandevui, “al pie del cielo”. Los mexicas la conocían con el vocablo náhuatl Ocelotépec, que significa “Cerro del Jaguar o del Tigre”. Estos tres nombres nos hablan del respeto que se tenía hacia el lugar. Sin embargo, el nombre de Monte Albán se refiere más bien al español que llegó a ser propietario de estas tierras, de apellido Montalván. En diciembre de 1987 la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad.
Cronología de Monte Albán
Época prehispánica
500-100 a.C. Preclásico Tardío (fase Monte Albán-I: MA-I). Se acondiciona el cerro y se construyen terrazas, la Plaza Central y los edificios alrededor de ésta, así como las primeras tumbas y redes de drenaje. Se utilizan los glifos como elementos de escritura. Se elaboran los relieves de la llamada Galería de los Danzantes.
100 a.C.-200 d.C. Clásico Temprano (MA-II). Se construyen los edificios y conjuntos mayores, las tumbas techadas con lápidas monolíticas y el Observatorio, el cual es recubierto con lápidas alusivas a pueblos conquistados.
200-500 d.C. Clásico Medio (MA-IIIA). Auge económico, intercambio comercial interno y externo con ciudades importantes, como Teotihuacan. Se adoptan estilos arquitectónicos de esta urbe. Notorio progreso de la escritura.
500-800 d.C. Clásico Tardío (MA-IIIB-IV). Crecimiento máximo de la ciudad y del número de sus habitantes. Incremento de zonas residenciales y de tumbas decoradas con pintura mural.
800-950 d.C. Posclásico Temprano (MA-V). Decadencia del grupo hegemónico local. Abandono de la ciudad.
950-1521 d.C. Posclásico Tardío (MA-V). Ocupación temporal por parte de grupos autónomos de diferentes etnias. Arribo de los mexicas. Pese a su abandono, la ciudad permanece como lugar sagrado. Los mixtecos, grupo que para entonces dominaba paulatinamente los Valles Centrales, acuden a las ruinas de la capital zapoteca a enterrar a sus gobernantes. Es el caso de la Tumba 7, estructura del Clásico en la que durante el Posclásico se sepultó a un importante gobernante mixteco.
Época colonial
Siglos XVII a XVIII. Se funda la antigua Antequera. Abundante construcción civil y religiosa. Aparecen referencias a Monte Albán sólo en las tradiciones indígenas.
Siglo XIX
Principios del siglo XIX. En 1806, Guillaume Dupaix explora y describe Monte Albán por encargo del rey de España. Luciano Castañeda realiza los primeros dibujos de la Galería de los Danzantes.
Mediados del siglo XIX. Monte Albán es visitado por ilustres viajeros, como Marshall Saville, Adolphus Bandelier, Désiré Charnay y William Holmes. Se elaboran planos y nuevos dibujos.
Finales del siglo XIX. Apoyados por el presidente Porfirio Díaz, los oaxaqueños Belmar y Sologuren continúan las pesquisas de Dupaix.
Siglo XX. Las exploraciones
1901-1902. Leopoldo Batres continúa la exploración de la Galería de los Danzantes.
1928. Alfonso Caso publica el primer catálogo formal de glifos, estelas y relieves.
1931-1949. Caso, Ignacio Bernal y Jorge R. Acosta, al frente de otros investigadores mexicanos, llevan a cabo diversos proyectos sistemáticos de investigación. Se reconstruye gran parte de la zona hoy abierta al público.
1970-1994. Arqueólogos estadunidenses y mexicanos realizan exploraciones, trabajos de conservación y difusión no sólo en Monte Albán, sino en los valles que lo circundan.
El gran hallazgo del Siglo XX en Monte Albán
El descubrimiento del tesoro de la Tumba 7 es, sin duda, el acontecimiento más notable en la historia moderna de Monte Albán; gracias a la exploración de Alfonso Caso, en 1932, se volvió un asunto internacional. Es una ofrenda formada por una asombrosa colección de objetos de diversos materiales: cristal de roca, hueso, ámbar, concha; metales preciosos como oro o plata; sin faltar jade, turquesa, ónix u obsidiana, perlas, coral y azabache. A pesar de que la tumba es zapoteca, del Clásico Tardío, su decoración y la metalurgia le adjudican un origen mixteco. Se cree que los mixtecos profanaron el recinto para inhumar a un miembro de la nobleza. De haber sido así, se refuerza la imagen de Monte Albán como lugar sagrado para cuidar y honrar a los difuntos.
José Arturo Oliveros Morales (1937-2020). Arqueólogo. Doctor en antropología por la ENAH. Fue director de la zona arqueológica de Monte Albán. Coordinador de Arqueología en el estado de Michoacán.
Oliveros Morales, José Arturo, “Monte Albán, Oaxaca la ciudad de la gente de las nubes”, Arqueología Mexicana, núm. 55, pp. 80-87.
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