Salinas prehispánicas de los Valles Centrales de Oaxaca

Fabio Flores Granados

Desde la antigüedad la sal ha sido uno de los elementos más importantes en la subsistencia de la humanidad, no sólo como objeto de comercio, intercambio o tributo sino también como motivo de conflictos y guerras para su obtención y usufructo. Imprescindible para el metabolismo y por sus múltiples usos, su procuración ha sido una actividad primordial en todas las culturas, lo que motivaría el desarrollo de muy variados métodos y técnicas. En Mesoamérica, los yacimientos salinos fueron explotados desde hace más de cuatro mil años y los estudios sobre los antiguos métodos de extracción atestiguan la persistencia de una amplia gama de estrategias productivas.

Aunque la explotación de salinas litorales resulta potencialmente más fructífera, en la época prehispánica y aún durante la Colonia los principales sitios de producción se localizaban tierra adentro. Muy probablemente las salinas continentales fueron una primera “gran industria”, que no sólo alentó el desarrollo de muchas pequeñas ciudades sino también innovaciones tecnológicas.

Las sales minerales difícilmente dejan rastros en los contextos arqueológicos, por lo que los estudios se han enfocado en identificar los rastros o evidencias de su producción en aquellos yacimientos que acaso se explotaron en la época prehispánica.

Como en otros casos que atestiguan la privilegiada diversidad biótica y abiótica del territorio mexicano, no extraña que en tan vasto mosaico ambiental se hayan utilizado prácticamente todas las variantes conocidas de extracción de sal, ya sea en sus litorales o en yacimientos continentales. A pesar de que en algunos lugares tal explotación ha sufrido cambios relevantes, en otros las adecuaciones han sido mínimas y existen en México sitios en los que el mineral sigue obteniéndose mediante procesos ancestrales. El amplio repertorio de técnicas empleadas deriva de dos procedimientos básicos: la evaporación solar y la cocción de una salmuera. Por tanto, el conocimiento empírico de las secuencias de precipitación, es decir, la formación de cristales, habría sido un elemento crucial para los antiguos salineros, ya que junto con el tipo de minerales disueltos en el agua y la pureza del producto, dichas secuencias son determinantes para lograr la “alquimia de la sal”. Prácticamente por toda el área mesoamericana, los dos procesos básicos mediante los que se obtenía una salmuera consistían en la construcción de depósitos de agua salada (tecajetes, cuexcomates, trojas, pozos o pilas), donde se decantaban las impurezas antes de iniciar la concentración, o en el otro caso, el uso de charcas de evaporación en las que conforme el mineral se precipitaba era preciso agregar más agua del yacimiento, hasta obtener la concentración salina deseada antes de someter a cocción la mezcla utilizando ollas donde se irían formando los preciados “panes de sal”.

Producción de sal en los valles centrales

Con base en la información histórica, y a partir del reconocimiento de diversos indicadores arqueológicos, se han identificado más de 70 yacimientos salinos en todo el territorio oaxaqueño. Por ejemplo, sólo en la región de la Mixteca destacan localidades productoras del mineral como Teposcolula, Ixtepeji, Coixtlahuaca, Apoala, Nextepec, Tamazulapan, Teozatlán, Acatlán, Mitlantongo, Yanhuitlán, Malinaltepec y Tlaxiaco, así como las salinas continentales de San Bartolo, Santa María, San Ildefonso y San Pedro Silacayoapan, que aún hoy pueden considerarse las más productivas.

 

Flores Granados, Fabio, “Salinas prehispánicas de los Valles Centrales de Oaxaca”,  Arqueología Mexicana, núm. 158, pp. 42-45.

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