Tenochtitlan en el gran lago

Ross Hassig

Rutas y caminos de los mexicas

Transporte lacustre

No obstante, para 1519 Tenochtitlan era la ciudad más grande del Nuevo Mundo, mayor incluso que las de Europa en esa época, con una población de al menos 200 000 habitantes. ¿Cómo alcanzó ese tamaño? Lo logró sacando provecho de su ubicación, en una isla localizada en una gran cuenca lacustre. Los lagos estaban rodeados por caminos, pero las decenas de miles de canoas que los surcaban eran por mucho más importantes. Si bien algunas eran lo suficientemente grandes como para llevar 60 hombres, la mayoría tenían entre 5 y 10 m de largo (y a veces alcanzaban los 15 m) y eran impulsadas por un solo hombre, a una velocidad similar a cuando se caminaba. Ese hombre podía llevar casi 1 000 kg de carga, cerca de 40 veces más que un tameme. Así, una vez que los bienes llegaban a la orilla del lago, transportarlos en canoa tenía un costo equivalente a apenas el 2.5% del que tenía un kilómetro por tierra. Con el uso de canoas, el territorio a un día de distancia de Tenochtitlan no se limitaba a un radio a su alrededor, sino al de la orilla del sistema de lagos en su totalidad, el cual tenía más de 55 km de largo y 25 de ancho. Esto ponía mucho más territorio al alcance de Tenochtitlan que el que tenía cualquier otra ciudad.

Este sistema de transporte no era completamente natural. Los lagos del norte y del sur eran más altos y fluían hacia el lago salado de Texcoco; los niveles de las aguas fluctuaban durante el año y el agua salada con frecuencia se mezclaba con las de los lagos de aguas dulces. Para controlar los lagos se construyó un vasto sistema de canales, diques y presas, tarea que los aztecas comenzaron en la segunda mitad del siglo XV. Las aguas saladas fueron separadas de las aguas dulces de los lagos de Chalco y Xochimilco, y se controlaron los niveles de éstas; asimismo, se construyeron grandes chinampas y canales más funcionales. Aunque estas obras amortiguaron los efectos naturales de las estaciones no los eliminaron por completo. Después de las lluvias, las corrientes de los lagos del norte y el sur facilitaban la navegación de las canoas muy cargadas que se dirigían a Tenochtitlan. Sin embargo, una vez que los lagos habían alcanzado su máxima altura y cesaban las lluvias, comenzaban a declinar, como consecuencia de la creciente evaporación. Por tener apenas de 1 a 4 m de profundidad, los lagos rápidamente se volvían menos profundos y frecuentemente los del norte quedaban separados. Los fuertes vientos de la primavera dificultaban la navegación en los lagos abiertos y el tránsito de canoas se volvía lento, o incluso cesaba, excepto en los canales de los lagos del sur, protegidos de los vientos y alimentados por manantiales.

Cada año, al disminuir el tránsito de canoas desde otras ciudades, también disminuían las relaciones económicas de Tenochtitlan con las poblaciones del norte y del oriente; sólo las relaciones con las ciudades del sur y del poniente mantenían la misma intensidad, gracias al ininterrumpido tránsito a pie por las calzadas que las comunicaban.

 

Ross Hassig. Doctor por la Universidad de Stanford. Se ha especializado en la etnohistoria de México, principalmente sobre los aztecas. Ha publicado numerosos libros y artículos sobre el tema.

Hassig, Ross, “Rutas y caminos de los mexicas”, Arqueología Mexicana, núm. 81, pp. 54-59.

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Rutas y caminos prehispánicos