Desde sus orígenes, el Mitla prehispánico fue un sitio asociado al mundo de los muertos. Su nombre original es una deformación del náhuatl Mictlan, que significa “lugar de muertos”, y que pudo referirse a un gran cementerio o al más allá, al mundo ultraterreno de los antiguos mexicanos, al lugar de los espíritus de los muertos. En consecuencia, su nombre zapoteco, Lyobaá, “1ugar de descanso” se refiere a una concepción mítica del lugar donde descansan las almas, y se asocia con el destino final de los espíritus.
Mitla, como sitio vivo, reflejó en diferentes manifestaciones ese destino. Una muestra clara de ello es la presencia de las enormes tumbas que complementan los espacios palaciegos monumentales característicos de la última época de construcción, considerada como mixteca por los estudiosos de la secuencia cultural prehispánica encabezados por Alfonso Caso. Ignacio Bernal y, más recientemente, John Paddock.
Las tumbas monumentales de Mitla son una extensión de la extraordinaria arquitectura presente en los conjuntos de palacios. Existe una coherencia con la filosofía de que la muerte es una extensión de la vida, y que la vida se origina del sufrimiento de la muerte .
Así, las tumbas I y 2 se desarrollaron como parte del núcleo principal de la ciudad, y probablemente estuvieron destinadas a guardar los restos de los señores principales, lo cual no se ha podido comprobar debido a que fueron saqueadas desde los inicios de la Conquista.
Tumbas cruciformes
Las tumbas cruciformes de Mitla poseen una serie de características particulares, entre las que destaca la fina arquitectura en piedra, que sigue fielmente la tradición de las fachadas de los palacios, con ornamentación de paneles de piedra tallada, en los que se logró integrar diseños geométricos únicos. En algunas tumbas los frisos de grecas están ensamblados, como en las fachadas de los edificios, en tanto que en otras están tallados sobre una sola pieza de piedra.
Asimismo, existen otras tumbas en que las decoraciones de grecas ocupan la totalidad de los muros, en un alarde de saturación ornamental que muestra la técnica, el estilo y la maestría artesanal de sus constructores.
Estas tumbas presentan una distribución simple: el ingreso es por el nivel del patio, y un cubo excavado en la roca es el acceso a la antecámara, que es uno de los brazos de la cruz. La antecámara generalmente es un pasillo largo que puede tener hasta dos desniveles enmarcados por umbrales formados por jambas y dintel, como en el caso de la Tumba 2.
La cámara mortuoria está compuesta por otros tres brazos, que son recintos imponentes de dimensiones variables, ornamentados delicadamente con frisos de grecas enmarcados por tableros. Las cubiertas son de enormes lajas de piedra, que forman con los paramentos de los muros unos juegos asombrosos de superficies geométricas exactas.
En el caso de las tumbas I y 2, el ambiente fúnebre se combina con la elevada humedad permanente que presentan por estar ambas desplantadas debajo de los niveles freáticos, lo que crea un contexto muy especial que seguramente fue parte importante en los ritos funerarios que allí se celebraban.
En algunos muros interiores de la Tumba 2 existen restos de una delicada capa de estuco que cubría las piedras de las fachadas, y en uno de los dinteles internos hay pequeñísimos restos de pintura mural, al estilo de las representaciones expuestas en los dinteles del Grupo del Norte o de la Iglesia. Estos rasgos nos hablan de la importancia que tuvieron las tumbas, la cual se refleja en la delicadeza de sus detalles constructivos y ornamentales.
Sin embargo, si nos referimos estrictamente a los datos arqueológicos, encontramos que en el contexto microrregional donde se inserta la tradición cultural de este sitio, el aspecto de los tratamientos funerarios es sumamente complejo. Pese a sus diferencias formales, las tumbas I y 2 representan, junto con las otras tumbas cruciformes, sólo una parte de la tradición funeraria regional, y por lo tanto una sola versión de los tratamientos funerarios.
Estas dos tumbas cruciformes, localizadas en el patio F del conjunto de palacios conocido como Grupo de las Columnas, han llamado la atención por su monumentalidad y particular desplante. Ambas fueron construidas debajo de palacios importantes, como parte integral de un conjunto dual de vida y muerte, de poder y ofrenda, de luz y sombras.
El Palacio de los Muertos
En 1674, fray Francisco de Burgoa relataba que en Mitla:
... se labró el palacio de viuos y muertos ... y aunque había pedasos desmantelados, porque hauían quitado algunas piedras ... La ultima quadra tenia otra puerta a las espaldas, a un espacio oscuro espatoso que estaba cerrado con una losa, que cogia toda la entrada, y por ella arrojaban los cuerpos que hauian sacrificado y á los mayores señores, ó capitanes que hauian muerto en la guerra ...
Fray Francisco de Ajofrín escribió en su diario, en 1766:
Mictla ... y su panteón y magnifico sepulcro, que no obstante ser antiquísimo y sin memoria de fundación ha llegado a nuestros tiempos ... Esta gran fábrica, en que tiene no poco que admirar el arte es cuadrada, con un patio muy espacioso enmedio y ocho salas iguales, cuatro abajo, como sepultadas que servían de panteones como diré después y otras cuatro fuera de la tierra, que eran la habitación de los sacerdotes y del rey cuando venía ...
La segunda sala era solamente para una sepultura de los grandes sacerdotes. La tercera era el panteón de los reyes zapotecas ... La cuarta y última sala era el sepulcro de los que sacrificaban y de los grandes señores y capitanes que morían en campaña ...
De lo anterior nos queda claro que estas dos tumbas estaban destinadas a los personajes reales y principales de la época mixteca, en la secuencia regional del valle de Oaxaca. Los primeros trabajos arqueológicos en las tumbas fueron realizados por Marshall Saville -del American Museum of Natural History de Nueva York-, en el periodo de 1900 a 1902, y fueron financiados por la expedición Loubat.
Todo indica que los interiores de ambas tumbas habían sido saqueados desde la época colonial, ya que Saville sólo hace referencia, en los dos casos, a hallazgos asociados a los palacios ya los espacios de las antecámaras. Sobre la Tumba I refirió que: “... la mayoría de los paneles están casi destruidos, en los diseños se trazan las esquinas rotas de las piedras de protección que formaban el patrón...”
La Tumba 2 fue descubierta por Saville en enero de 1901, durante el proceso de limpieza de la plataforma y la escalera del edificio este del patio. Debajo de la gran piedra que servía como puerta encontró fragmentos de dos esqueletos humanos y varias vasijas de cerámica gris. En el lado sur de la entrada descubrió una línea de tejas que estaban a plomo desde el nivel del patio hasta el nivel del piso de la tumba. Saville pensaba que habían sido puestas allí por los españoles para conducir el agua hacia la cámara de la tumba y así usarla como cisterna. Esto nos indica que el espacio arquitectónico había sido alterado desde siglos atrás, y por lo tanto, el contenido de las cámaras funerarias había sido saqueado totalmente.
Nelly M. Robles García. Arqueóloga por la ENAH, maestra en conservación de arquitectura prehispánica por la ENCRYM-INAH y doctora por la Universidad de Georgia, Estados Unidos. Directora del “Proyecto Conjunto Monumental de Atzompa”, e investigadora visitante en la Universidad de Harvard. Miembro del Comité Científico-Editorial de Arqueología Mexicana.
Robles García, Nelly M., “Tradiciones funerarias y estratificación social en Mitla”, Arqueología Mexicana, núm. 40, pp. 32-35.
Texto completo en la edición impresa:
https://raices.com.mx/tienda/revistas-la-muerte-en-el-mundo-prehispanico-AM040