Tzintzuntan a la llegada de los españoles

Claudia Espejel Carbajal

En el norte de Michoacán, en cambio, se acentúa un proceso de concentración demográfica que ha sido bien estudiado en los pedregales de Zacapu. En ese paisaje agreste, por algo llamado malpaís, se fundaron cuatro asentamientos humanos con cientos de casas y varios conjuntos ceremoniales compuestos de templos, plazas, altares y grandes recintos, que tras dos siglos de ocupación fueron abandonados súbitamente y de manera planeada hacia 1450 d.C.

Este suceso coincide con la formación del reino tarasco, la entidad política más compleja del Occidente, que se formó cuando un grupo de gente que radicaba en Pátzcuaro, encabezado por Tariácuri, adquirió suficiente fuerza militar para conquistar primero a sus vecinos inmediatos y después a más de un centenar de pueblos situados entre el río Lerma y el Balsas. Para 1519 se había incorporado al reino la región de Tamazula en el poniente y se hacían esfuerzos por conquistar Tuxcacuexo y Ameca, entre otros pueblos de Jalisco, así como Colima y la costa norte de Michoacán. Hacia el oriente, los tarascos libraron célebres batallas con los mexicas y éstos, que habían ido conquistando el territorio del actual estado de Guerrero desde 1430 d.C. y lo tenían casi todo bajo su control, salvo el señorío de Yopitzingo, tuvieron que construir una fortaleza en Oztuma para detener el asedio del ejército tarasco.

La capital del reino se encontraba en Tzintzuntzan, en la ribera nororiental del lago de Pátzcuaro, donde gobernaba el cazonci, quien con ayuda de varios funcionarios y sacerdotes convocaba a las campañas militares, nombraba a los gobernantes de cada pueblo bajo su dominio y presidía las fiestas religiosas en las que se sacrificaba a los cautivos tomados en las guerras. Éstas se realizaban en el conjunto ceremonial que puede visitarse aún, compuesto por cinco pirámides alineadas que flanquean una amplia plaza.

Imagen: Tzintzuntzan, Michoacán, tiene cinco yácatas y es un asentamiento totalmente integrado al paisaje. Un entramado de terrazas y nivelaciones crearon una singular armonía arquitectónica con las laderas del cerro Tariaqueri. Foto: Oliver Santana / Raíces

 

Claudia Espejel Carbajal. Arqueóloga por la ENAH, doctora en historia por El Colegio de Michoacán, profesora-investigadora del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán desde 2005. Estudia la sociedad tarasca antes y después de la conquista española.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Espejel Carbajal, Claudia, “Occidente de México”, Arqueología Mexicana, núm. 160, pp. 53-57.