Tzompantli y Gran Juego de Pelota

Virginia E. Miller

Tzompantlis. Un espejo en el arte maya

Las figuras humanas portan la vestimenta y los aparejos distintivos de los guerreros de Chichén Itzá, como se representan en otras partes del sitio  pequeñas de la procesión de los lados del tzompantli, incluyendo los miembros descarnados; por extraño que parezca, sus pies se posan sobre afiladas navajas.

Fuentes muy diversas, visuales o escritas, dan cuenta de que el juego de pelota y la decapitación estuvieron estrechamente vinculados en Mesoamérica. Sin embargo, aún no entendemos del todo la relación existente entre el juego de pelota y el tzompantli. Se ha pensado que los guerreros derrotados eran obligados a participar en un juego que, como los gladiadores, siempre perdían. Después, se les cortaba la cabeza y se exhibía en una plataforma cercana. En Chichén Itzá, la imaginería de los relieves del Gran Juego de Pelota y el de los paneles del tzompantli parecen confirmar ese vínculo.

El estrecho lazo que los mayas establecieron entre la vida y la muerte es ejemplificado en seis paneles del Juego de Pelota, donde vemos cómo surgen serpientes y enredaderas floridas de las arterias cercenadas de un jugador decapitado, arrodillado. Frente a él está el vencedor, empuñando un cuchillo en una mano y la cabeza cercenada en la otra; entre ambas figuras vemos una gran pelota que encierra un cráneo ricamente adornado, que emite palabras. Hay una iconografía similar –guerreros / jugadores de pelota que atestiguan un degollamiento– en otros relieves de Chichén Itzá, lo cual sugiere que se trató de un tema político y religioso fundamental en el sitio. No sabemos si las víctimas fueron degolladas en la cancha o en otro lugar, pero es muy probable que las cabezas o los cráneos descarnados fueran exhibidos posteriormente en el tzompantli vecino. Tal vez los cuerpos fueran arrojados al Cenote Sagrado, donde se han encontrado muchos esqueletos. El hecho de que las figuras del tzompantli aparezcan parcialmente descarnados podría indicar que los verdugos mismos están muertos, o que la procesión se lleva a cabo en el inframundo, tras la muerte.

Traducción: Elisa Ramírez

 

Virginia E. Miller. Licenciatura en francés y español por la Universidad McGill, Montreal. Maestría en estudios latinoamericanos y doctorado en historia del arte por la Universidad de Texas, sede Austin. Profesora retirada de arte precolombino en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Illinois, sede Chicago. Especialista en arte y arquitectura de Yucatán, particularmente de Chichén Itzá.

Miller, Virginia E., “Tzompantlis. Un espejo en el arte maya”, Arqueología Mexicana, núm. 148, pp. 40-45.

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