Esta escultura, modelada en arcilla, en tamaño natural de 114 cm de altura, 55 cm de ancho y 65 cm de fondo, es un personaje adulto de gran solemnidad. Su cara muestra serenidad, la mirada se pierde al frente y los ojos tienen una forma semicuadrada con esquinas redondeadas, enmarcados por una franja que empieza en el entrecejo con dos prominentes curvas, continúa a lo largo de ellos en calidad de ceja y se riza nuevamente en las sienes. Tiene la nariz ganchuda, los pómulos bien marcados y sobresalientes, la boca entreabierta, en la que se ven los dientes frontales y los colmillos curvos que llegan hasta el labio inferior, la barba tiene pelos cortos y las orejas, proporcionadas al tamaño de la cara, muestran orejeras alargadas.
Los ojos nos recuerdan los de algunas deidades del panteón maya, en especial los del dios del Sol. El tocado está formado por el triángulo trapecio símbolo del año, interpretado como el tiempo, muy común en Xochicalco. Bajo éste se encuentra una banda doble con un pico que sobresale al centro. El pelo, al igual que las barbas, está peinado en siete guedejas lacias que llegan casi a a cintura, cinco le cuelgan en la espalda y dos le pasan por detrás de las orejas hacia el frente, terminando en los brazos. Las barbas tienen ocho mechones, dos de ellos como si le salieran de las patillas, otros dos de los pómulos y los cuatro restantes del mentón; en su conjunto le llegan al principio del pecho.
El triángulo trapecio que se encuentra en el tocado está muy relacionado con el dios Tláloc, que para esta época no era dios del agua sino que hacía honor a su nombre tlalli, que significa “tierra”, y que era el dios proveedor de la vida, es decir del agua, de la vegetación y de los animales, por eso a veces se le representa con la lengua en forma de flor, como se ve en la Estela de Xochicalco. Pero nuestra escultura no tiene otros atributos del dios Tláloc, es decir, no tiene las anteojeras, ni los grandes dientes que lo identifican. El personaje está arrodillado, con la mano izquierda sobre la rodilla; el codo derecho está apoyado sobre la pierna y con la mano de ese lado sostiene una liana de la que desconocemos su dirección, en una que es la antítesis de la rigidez. La postura de la escultura es similar a la de muchas deidades que aparecen en códices como el Borgia, el Borbónico, el de Dresde, etc. En el caso de nuestra escultura, es muy probable que la postura tenga que ver con cuestiones técnicas de manufactura, al igual que el pequeño banco en el que está sentado.
Las cuatro lianas que envuelven la escultura tienen, a intervalos, hojas y frutos de cacao; dos de esas plantas inician en la entrepierna como dos penes que recorren las ingles, suben por la espalda hasta el hombro y se anudan entre ellos al frente del pecho; una punta llega a apoyarse en el muslo izquierdo y la otra posiblemente en el brazo derecho; una de las otras dos lianas sale del banco en que está sentado y la restante es la que tiene en la mano derecha y desconocemos su trayectoria.
Las lianas que envuelven al personaje no son un elemento exclusivo de Xochicalco, ya que también las encontramos con el mismo tipo de frutos de cacao en el área maya, en el Monumento 21 de Bilbao, Guatemala. El Dr. Oswaldo Chinchilla, quien ha estudiado ese sitio, dice que el cacao es de gran valor, pues representa la sangre de los cautivos. Por otra parte, el nudo que lleva en el pecho –formado por los dos miembros viriles– se anuda de la misma manera que el de una escultura proveniente de Cumpich, Campeche, que se encuentra en el Museo Nacional de Antropología.
La indumentaria del personaje se restringe a una cinta que pasa entre los glúteos y al nivel de la cintura, anudándose por la espalda; además, lleva dos pulseras de bandas con dos semillas en las muñecas. Las esculturas debieron estar pintadas, aunque sólo se ha detectado el rojo en orejeras, pelo y en la liana. Como muchos monumentos de Xochicalco las esculturas localizadas fueron cubiertas con una gruesa capa de estuco hacia 900 d.C., momento en el que la ciudad tuvo un cambio en su política, lo que implicó transformaciones de tipo filosófico. Las pulseras de la escultura son idénticas a las que porta uno de los individuos más importantes de los murales de Cacaxtla, Tlaxcala, el hombre-pájaro, y ahí se ve con claridad que estaban formadas por bandas de algodón y dos semillas. El Creador representa a una divinidad proveedora y fecunda, de ahí sus dos penes, que año con año y ciclo con ciclo daba vida a los seres humanos. Por lo mismo, portaba el símbolo del año en la cabeza y proporcionaba riqueza, representada por el cacao que decora las lianas que envuelven la escultura.
Tomado de Silvia Garza Tarazona, “Esculturas de cerámica de Xochicalco, Morelos”, Arqueología Méxicana núm. 103, pp. 18 - 23.