Claude-François Baudez
Decir que la religión de los mayas del Clásico no incluía dioses parecería una provocación, pues se considera natural la existencia de divinidades en la religión de los mayas de todas las épocas. Sin embargo, si tomamos en cuenta sus representaciones y el culto que se les rinde, las criaturas que conforman el mundo mítico del Clásico no tienen ni la naturaleza ni el carácter de los dioses del Posclásico.
Poner en duda la existencia de dioses entre los mayas del Clásico provoca indignación. Pocos son los escépticos que siguen el camino abierto por los grandes pioneros como George Kubler, Tatiana Proskouriakoff y Heinrich Berlin; hoy, esta tesis la abandera Joyce Marcus (1978), quien también cuestiona a los dioses zapotecos del Clásico. Sólo unos cuantos investigadores aceptan discutir el tema, incluso para expresar su desacuerdo (Rivera Dorado, 2006). En la tradición occidental premonoteísta (religiones del Mediterráneo, Egipto, Grecia y Roma), el politeísmo siempre tuvo un amplio desarrollo, y las artes de esas civilizaciones, a las que se puede agregar la India, se dedicaron en gran parte a la representación de sus divinidades. Por ello, quienes conciben a los dioses como un elemento natural de la religión, no la imaginan sin dioses. Parecen olvidarse de las religiones de numerosas sociedades de África, Asia y América que no tenían o no tienen dioses. Por supuesto, esto no significa que esas sociedades no creyesen en lo sobrenatural, o que no tuvieran el sentido de lo sagrado; pero la costumbre de llamar dios a cualquier criatura dotada con poderes que trascienden los del hombre, es una simplificación abusiva. Los mundos míticos o sobrenaturales están poblados por seres extremadamente variados en cuanto a naturaleza, identidad, apariencia, estatus, poder, jerarquía, función, relaciones y atribuciones. Además, los seres de otros mundos son objetos de culto o no lo son, y, a su vez, esos cultos tienen formas distintas, cuya importancia es variable. Pertenecen a numerosas categorías, así, desde el animismo panteísta hasta el monoteísmo, las poblaciones míticas abarcan grandes fuerzas cósmicas, y éstas tienen algunas veces asistentes de rango inferior, como los tlaloques de Tláloc del México central. Cabe recordar que dentro de una misma religión coexisten formas divinas muy elaboradas y espíritus no muy bien definidos. Con frecuencia, dentro de un sistema politeísta se encuentran tendencias monoteístas; a la inversa, los monoteísmos más intransigentes aceptan a santos, profetas y ancestros a los que se rinde culto.
Historia de los dioses mayas
Los dioses constituyen el nivel superior de una jerarquía de criaturas sobrenaturales. Sin constituir forzosamente un panteón muy estructurado, tienden a multiplicarse rápidamente y a distribuirse los espacios y los roles. El politeísmo es un sistema en perpetua evolución. En la civilización maya, los dioses aparecen tímidamente hacia 1000 d.C. en Chichén Itzá, Yucatán, debido al impulso de otras religiones mesoamericanas. A partir del siglo XIII y hasta la conquista su número no cesa de aumentar, así como de precisarse su condición. Aparecen sus imágenes esculpidas en templos (Tulum, Quintana Roo) o en estelas (Mayapán –Yucatán–, Cozumel –Quintana Roo), modeladas en incensarios del tipo Chen Mul, pintadas en los muros de edificios religiosos (Tulum, Santa Rita Corozal –Belice), grabadas y pintadas en vasijas de cerámica, y dibujadas en los tres códices que han llegado hasta nuestros días. A este conjunto conviene agregar las divinidades citadas en las crónicas europeas (fray Diego de Landa) o indígenas. En los Libros de Chilam Balam o en el Ritual de los Bacabs su número parece infinito. Es evidente que muchos de estos nombres en realidad son títulos o sobrenombres, varios de ellos referidos a la misma criatura.
El mundo mítico de los mayas del Posclásico constituía un conjunto particularmente heterogéneo, con sólo unas cuantas de sus criaturas reconocidas en toda la zona (dios del cielo, dios de la lluvia y del rayo, del comercio), y divinidades con representaciones en un espacio más limitado, a veces poco conocidas o incluso desconocidas, así como otras más que gozaron de una sola referencia gráfica o escrita. Esta situación se podría comparar con el conjunto de santos europeos en el que, al lado, de los santos de mayor popularidad, como San Jorge, San Miguel, San Cristóbal, San Nicolás o San Roque, aparecen santos locales, cuyo nombre sólo se conserva en el de los pueblos de los que eran patronos, sin saber más de su historia, sus atributos y su función.
Baudez, Claude-François, “Los dioses mayas. Una aparición tardía”, Arqueología Mexicana, núm. 88, pp. 32-41.
• Claude-François Baudez. Director de investigación honorario del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia. Ha realizado investigaciones arqueológicas en Costa Rica, Honduras y México.
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