La metalurgia se desarrolló entre los años 600 y 800 d. C. en el Occidente de México, en una región que hemos denominado zona metalúrgica mexicana del Occidente. Aunque algunas de las técnicas que caracterizan a la metalurgia mexicana fueron tomadas de otras más antiguas -de las de Colombia (vaciado) y de las de Perú y Ecuador (trabajo en frío)-, los metalurgistas del Occidente, además de incorporarlas a su trabajo, las transformaron de acuerdo a la realidad social del Occidente mexicano, así como a la disponibilidad de metales nativos y minerales mixtos. La tecnología metalúrgica del México antiguo, que en gran parte se extinguió a causa de la conquista española, fue una de las más variadas e imaginativas de las metalurgias del mundo preindustrial.
Los primeros indicios en México del uso del metal provienen de sitios arqueológicos de la costa occidental de la región del río Balsas, de Tomatlán, Jalisco, y de Amapa, Nayarit. En esa época, los metales no eran conocidos en el resto de Mesoamérica. No es de extrañar que la metalurgia se desarrollara en el Occidente, pues en Michoacán, Jalisco y Nayarit abundaban el cobre. la plata y otros minerales metálicos.
En esta región también existía la infraestructura social necesaria para dominar las complejas técnicas de este oficio, ya que hacía varios siglos que venían desarrollándose pueblos agrícolas sedentarios.
Periodo 1. 600-800 a 1200 d. C.
En el periodo que va de los años 600-800 al 1200 d. C. (periodo 1), los metalurgistas del Occidente trabajaron principalmente e l cobre, el cual se encontraba en su forma nativa y en minerales metalíferos. En su forma nativa el cobre es fácilmente manipulable; se puede martillar en frío hasta obtener la forma deseada y también se le puede vaciar. Los minerales de cobre, los más comunes en México, como la malaquita, la cuprita y la calcopirita, exigen técnicas más complejas y problemáticas. Estos minerales mixtos se componen de uno o más metales en una matriz de piedra. El metal se obtiene de la mena mediante un proceso llamado fundición, para el cual se requiere de un horno o un crisol que contenga el mineral y el combustible (por ejemplo, carbón de leña). Así, para fundir la malaquita debe generarse suficiente calor y gases reductores para permitir que el oxígeno del compuesto se combine con el monóxido de carbono derivado de la combustión incompleta de la leña y se produzca el cobre metálico.
Los datos arqueológicos y de laboratorio (estudios de la composici6n química y de la microestructura de artefactos) indican que en el periodo l, si bien los metalurgistas del Occidente en ocasiones utilizaban el cobre nativo, la mayoría de los objetos se fabricaron con el metal fundido de minerales metálicos. Para dar forma al metal, los metalurgistas del periodo 1 utilizaron varios métodos. Uno de el los consistía en vaciar el metal utilizando la técnica llamada de la “cera perdida”, con la que se producían cientos de cascabeles con una gran variedad de tamaños y formas. Esta compleja técnica requiere de la elaboración en cera de un modelo del cascabel, el que es recubierto con una mezcla de barro y ceniza. Posteriormente se calienta el molde para que se derrita la cera y luego se vacía el metal líquido en el molde. El otro método era muy diferente. Consistía en martillar un trozo de cobre fundido hasta alcanzar la forma deseada, es decir, los objetos se elaboraban en frío. Así se producían agujas, cinceles, pinzas. punzones, hachas, aretes, adornos para el pelo y otros ornamentos.
Uno de los aspectos más impresionantes de la metalurgia del periodo 1 es el énfasis cultural en los cascabeles y sus sonidos. Los cascabeles constituían la gran mayoría de los objetos de metal fabricados en esta época. El cobre es un material adecuado - aunque no ideal- para construir herramientas, ya que las puntas de los instrumentos pueden endurecerse por medio del martillado. Sin embargo, los artesanos mesoamericanos no estuvieron especialmente interesados en utilizar el metal con propósitos utilitarios, aunque en ocasiones lo hicieron; más bien, les importaba el metal por su resonancia y sonoridad. Sabemos por datos etnográficos, y etnohistóricos del siglo XVI, que los sonidos de los cascabeles se consideraban sagrados y creativos: protegían a los que los usaban de influencias maléficas; simulaban el ruido del trueno, de la lluvia y de la víbora de cascabel y además auspiciaban la fertilidad agrícola y la humana.
Periodo 2. A partir de 1200 d. C.
Después del año 1200 d. C. (periodo 2) los artesanos del Occidente ampliaron el número de minerales metálicos que utilizaban. Comenzaron a extraer ya fundir la casiterita, el óxido de estaño, y produjeron un bronce de cobre con estaño. También hicieron objetos de aleaciones de cobre con arsénico (que también es bronce) y de cobre con plata. Los análisis de laboratorio de la composición de varios cientos de artefactos demuestran que ambos bronces -cobre con estaño y cobre con arsénico- se convirtieron en materiales muy comunes durante este periodo. Se han recuperado artefactos hechos de estos bronces en Atoyac (Jalisco). Milpillas. Urichu y Tzintzuntzan (Michoacán), en la región del Balsas y en las costas de Guerrero.
También se han recuperado ejemplares fuera de la zona metalúrgica, en Cuexcomate (Morelos), Paredón (Chiapas), Belice, Platanillo y otros sitios de la región Huasteca. Las investigaciones que hemos realizado comprueban que estos últimos objetos se fabricaron en Occidente con metales obtenidos de yacimientos en Jalisco y en Michoacán, de donde se exportaban a otras partes de Mesoamérica.
El uso extensivo del bronce de cobre con estaño sorprende especialmente, ya que la casiterita no es común en México y es aún más rara en el Occidente. Hay pequeños y dispersos depósitos de casiterita en Zacatecas, en la región conocida como la Provincia Estañífera de Zacatecas, a lo largo de las laderas orientales de la Sierra Madre Occidental. Para hacer la aleación del bronce-estaño, se debe fundir primero la casiterita, que produce el estaño metálico; luego, se funde el mineral de cobre, como, por ejemplo, la malaquita- para obtener el cobre metálico y, finalmente. se deben volver a fundir juntos. Otro método consiste en fundir al mismo tiempo las casiteritas con el cobre o con los minerales de cobre. En cualquier caso, los metalurgistas de Michoacán y de Jalisco, en el centro de la zona metalúrgica, tenían que conseguir el estaño en esas fuentes lejanas.
Para producir el bronce de cobre con Arsénico, los metalurgistas al parecer utilizaban la arsenopirita, el más común de los minerales arsénicos en México y material abundante en el Occidente. No sabemos con exactitud cómo realizaban los artesanos las aleaciones del cobre con arsénico, pero es posible que se fundieran juntos los minerales de cobre con la arsenopirita o con sus productos oxidados.
Dorothy Hosler. Doctora en arqueología. Profesora de arqueología y tecnología antigua en el Departamento de las Ciencias de los Materiales y la Ingeniería del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Cambridge. Arqueóloga y especialista en las tecnologías de las culturas de América.
Hosler, Dorothy, “La tecnología de la metalurgia sagrada del Occidente de México”, Arqueología Mexicana, núm. 27, pp. 34-21
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