La cal no es un material que se encuentre disponible en la geología de la cuenca de México. Los afloramientos más cercanos se localizan en Tula, Hidalgo, el sur de Cuernavaca, Morelos, y Tepeaca, al este de Puebla. Sólo en estos lugares es posible encontrar la materia prima necesaria para preparar la cal, que se obtiene mediante un sofisticado proceso de transformación tecnológica que conocieron las culturas mesoamericanas. Teotihuacan, en su máximo esplendor, ocupó aproximadamente 22 km cuadrados y, para albergar a una población estimada en 150 000 habitantes, construyó 2 200 conjuntos departamentales que ocuparon 4.5 km cuadrados de área construida. Toda esa superficie arquitectónica estuvo recubierta con milímetros de una capa de aplanado a base de cal que se extendía por techos y pisos de plazas.
En años recientes, gracias a un proyecto internacional entre la UNAM y la Università della Calabria, financiado por el Ministerio Italiano del Exterior, se han realizado estudios para determinar de dónde pudo haber llegado la cal que recubrió a la gran ciudad. Para esto se tomaron muestras de rocas calizas en afloramientos de las tres zonas antes mencionadas y se compararon con las muestras tomadas de los aplanados que recubren las estructuras teotihuacanas. Los análisis geoquímicos mostraron que, muy probablemente, la roca caliza utilizada para preparar la cal que recubría las estructuras en Teopancazco provino de la zona de Tula, Hidalgo. Al montar las muestras en láminas delgadas para buscar grumos microscópicos que pudieran analizarse para determinar la procedencia de la cal, se encontró que la argamasa del patio central de Teopancazco estaba hecha por una mezcla de cal y esquirlas transparentes de material vítreo. Esto último fue un hallazgo inesperado que despertó mucho interés. Después de examinarlas cuidadosamente, se estableció que se trataba de esquirlas de vidrio producto de una explosión volcánica, la cual había proyectado al aire fragmentos de una espuma vítrea que, al enfriarse y depositarse en la superficie, había formado capas de un material blanquecino: esquirlas de vidrio volcánico de formas características y de composición riolítica. Esta composición es característica de los flujos de magma que forman las obsidianas y es completamente distinta del magma basáltico que forma los conos cineríticos de la Sierra del Chichinauhtzin, al sur de la Cuenca de México.
Por lo tanto, se hizo una búsqueda bibliográfica de las características químicas de la obsidiana en México y se encontró que la composición geoquímica de las esquirlas de vidrio utilizadas en la mezcla de cal que recubrió las superficies arquitectónicas de Teopancazco es muy parecida a las obsidianas de un lugar llamado Altotonga, en la frontera entre Puebla y Veracruz. Con esta información, la investigación se desplazó al posible lugar de origen y se recorrió el lugar en busca de muestras geológicas de la región. Se encontraron grandes depósitos de material piroclástico, producto de la explosión de la caldera de Los Humeros. Después del análisis geoquímico de todas las muestras obtenidas, se determinó que las muestras tomadas de una barranca en los suburbios del actual poblado de Altotonga, Veracruz, poseían la composición de elementos químicos más parecida a las muestras tomadas de los pisos del sitio arqueológico.
Esta evidencia nos planteó el problema de explicar por qué los teotihuacanos decidieron aprovechar un material que se encontraba a más de 200 km de distancia para mezclarlo con una cal que también se obtenía a una distancia de 60 km, para aplicarlos mezclados y recubrir las estructuras de su centro de barrio. A partir de tal información se trató de profundizar en el conocimiento de la secuencia de construcción del centro de barrio; para averiguar durante cuánto tiempo se usó ese material y en qué partes del conjunto, se tomaron muestras de todos los pisos que representaban las distintas etapas constructivas del lugar.
Luis Barba. Arqueómetra. Responsable del Laboratorio de Prospección Arqueológica del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
Agustín Ortiz Butrón. Miembro del Laboratorio de Prospección Arqueológica del IIA de la UNAM, desde hace 25 años.
Alessandra Pecci. Investigadora Ramón y Cajal de la Universidad de Barcelona.
Barba, Luis, Agustín Ortiz y Alessandra Pecci, “Las innovaciones de Teopancazco. Los aplanados de cal con vidrio volcánico”, Arqueología Mexicana, núm. 157, pp. 39-42.
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