Los colores de Coyolxauhqui

Lourdes Cué et al.

La policromía de Coyolxauhqui

El cuerpo, las uñas y los cúmulos de grasa producto del cercenamiento y la decapitación conservan restos de pintura ocre. Los pezones tienen una forma similar a los caracolillos de las ajorcas (Matos, 1979, p. 51), y descubrimos que son azules, probablemente para otorgarles un carácter “precioso”. Las cabezas de los húmeros están expuestas y pintadas en rojo. Las correspondientes a los fémures se representan seccionadas y dejan a la vista la médula ósea pintada con el mismo color, como se aprecia en muchos códices. Un cráneo blanco adorna su espalda; se encuentra de perfil y en la zona del occipital tiene una perforación para sostenerlo del cinto. Pese a la fractura que pasa precisamente sobre la órbita ocular, aparentemente vacía, detectamos que se trata de un ojo con iris y párpado, como se acostumbra en códices y pinturas murales, con la diferencia de que, además de la característica ceja, el resto del ojo también está pintado de azul.

Los chorros de sangre provocados por el desmembramiento fluyen de tres de las cuatro extremidades de Coyolxauhqui, todos en rojo y rematados por cuentas azules, unas redondas y sencillas, y otras más elaboradas. La parte musculosa y ensangrentada, próxima a los cúmulos de grasa de brazos y piernas, está claramente marcada y pintada de rojo, siguiendo la secuencia convencional: hueso expuesto, cúmulo de grasa, sección musculosa y extremidad propiamente dicha. Sin embargo, hay más elementos ensangrentados en el relieve que constituyen otro hallazgo significativo: el tórax tiene unos manchones rojos, paralelos a las zonas de corte de las extremidades y del cuello, los cuales evidentemente son correcciones a las omisiones del escultor, que no marcó en el tórax la parte musculosa pero sí en las extremidades.

Coyolxauhqui está ataviada para la guerra y luce brazaletes compuestos por una banda roja con sus extremos dobles y truncados, adornados con cuentas azules y cascabeles ocres; además, porta ajorcas conformadas por una banda roja que envuelve al tobillo, y está rematada por picos (iztcactli o sandalia de obsidiana) y adornada con hileras de caracolillos blancos del género Polinices cf. lacteus, similares a los ejemplares arqueológicos excavados en las ofrendas del Templo Mayor, en el lado de Huitzilopochtli, asociados a emblemas de guerreros muertos y a elementos ígneos y sacrificiales, estudiados ampliamente por Adrián Velázquez (2000). Los moños de los empeines están sujetados por flores con pétalos azules con el interior rojo, elemento similar a las “sandalias floridas” o xochicactli que vemos en múltiples diosas femeninas. Las suelas de ambas sandalias son rojas.

Imagen: La policromía de Coyolxauhqui. Información: Lourdes Cué, Fernando Carrizosa. Dibujo: Julio Emilio Romero. El proceso de investigación física del relieve de Coyolxauhqui comenzó con la identificación de manchas, grietas, resanes o algún otro deterioro; luego se registraron los colores incrustados en los huecos, recovecos y porosidades de la piedra. Foto: Lourdes Cué.

 

Lourdes Cué. Historiadora del arte, coordinadora de Publicaciones del Museo del Templo Mayor, INAH.

Fernando Carrizosa Montfort. Arqueólogo, curador del Museo del Templo Mayor, INAH.

Norma Valentín Maldonado. Bióloga, Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, INAH.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Cué, Lourdes et al., “El monolito de Coyolxauhqui. Investigaciones recientes”, Arqueología Mexicana, núm. 102, pp. 42-47.