La diversidad geográfica en Mesoamérica propició que desde tiempos antiguos se establecieran redes de intercambio entre regiones ecológicas distintas pero complementarias desde el punto de vista cultural e ideológico. Hacia finales del primer milenio de nuestra era se había desarrollado una economía mercantil que permitía el flujo de productos primarios y bienes suntuarios a una escala intercontinental. En estas transacciones participaron mercaderes especialistas en el comercio a larga distancia, a quienes podemos reconocer arqueológicamente gracias a la permanencia de uno de sus emblemas distintivos.