Evidencias de antropofagia en el registro mortuorio mesoamericano
Aproximaciones arqueométricas
El estado fresco del hueso expuesto al efecto térmico se confirma mediante una serie de estudios arqueométricos. Las secciones delgadas de segmentos asados a bajas temperaturas (a modo de barbacoa o pib, cocción por enterramiento) exhiben una coloración carmín; otros cambios térmicos afectan diferenciadamente a los constituyentes de tejido según sus propiedades.
Otros estudios –como la difracción de rayos X y la cromatografía– correlacionan la textura y coloración de la superficie ósea con las propiedades más específicas del grado de racemización de aminoácidos y de cristalinidad. Los huesos térmicamente tratados, además, presentan sustitución de los fosfatos con los iones de carbonato conforme al tiempo, grado y tipo de exposición térmica que el hueso sufrió.
Los registros mortuorios
En Mesoamérica, la ingesta ritual de carne humana no era una actividad aislada sino que debió haber formado parte de paisajes ceremoniales diversificados y materializados en parte en su cultura material. En las últimas décadas se han formalizado los procedimientos de su registro; el nuevo enfoque tafonómico ha podido abrir brecha a novedosas perspectivas sobre las secuencias rituales que tuvieron como objeto el cuerpo humano, incluyendo las prácticas tendientes a su consumo ritual. La llamada “arqueotanatología” ofrece una perspectiva esencial y complementaria que parte del examen riguroso y minucioso de las secuencias de desarticulación.
Entre los contextos mortuorios reminiscentes de antropofagia, recientemente documentados, está una cueva artificial descubierta en el centro maya de Uxul, Campeche, que durante el Clásico Medio debió haber servido de destazadero ritual (fig. 6). Ahí arqueólogos de la Universidad de Bonn, Alemania, documentaron tratamientos por destazamiento, descarne y hervido de al menos 15 individuos, cuyas extremidades, cajas torácicas y caderas, aún parcialmente articuladas, se dejaron en el lugar junto con utensilios y ollas, lo cual permite inferir que las secuencias rituales se llevaran al cabo in situ.
Imagen: Marcas de exposición al fuego en los huesos. a) Fémur carbonizado, en estado fresco (sección delgada x2.5), que muestra estratigrafía de coloración y afectación del tejido óseo laminar. Calakmul, Campeche. b) Fémur asado, en estado fresco (sección delgada x10), que tiene una coloración carmín intenso y afectaciones en la trama laminar graduada por capas. Calakmul. c) Segmento de una costilla humana (sección delgada x10) que tiene una coloración carmín intenso homogénea, lo cual sugiere que tuvo una exposición indirecta al fuego (de tipo “barbacoa”). Cueva Ixkun, Proyecto Atlas de Guatemala. d) Perfil de desviación de honda en el difractograma de rayos X de un hueso largo de porcino hervido durante una hora. Fotos: LBA / UADY, CINVESTAV, Unidad Mérida.
Vera Tiesler. Maestra en arqueología (ENAH), doctora en antropología (UNAM) y estudios adicionales en historia del arte y medicina. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán, donde coordina el Laboratorio de Bioarqueología. Su obra se centra en corporeidad, vida, muerte y sacrificio entre los antiguos mayas.
Judith Ruíz González. Antropóloga física por la ENAH y doctora en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas. Su obra se centra en la bioarqueología y la bioarqueometría mesoamericanas.
Ximena Chávez Balderas. Bioarqueóloga y colaboradora del Proyecto Templo Mayor. Se especializa en arqueología funeraria, prácticas sacrificiales, tratamientos post-sacrificiales y arqueozoología. Arqueóloga (ENAH) y maestra en antropología.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Tiesler, Vera, “Evidencias de antropofagia en el registro mortuorio mesoamericano”, Arqueología Mexicana, núm. 180, pp. 45-52.