En la cosmovisión nahua hay varios personajes que aparecen en estado de ebriedad, entre ellos Cuextécatl. Reunidos en el “paraíso” de Tamoanchan, los diferentes pueblos fueron invitados a consumir el pulque recién descubierto por los dioses Mayahuel y Pahtécatl. A los comensales se les permitió beber cuatro jícaras de pulque, pero Cuextécatl rebasó la medida autorizada tomando una quinta jícara y se emborrachó. Se quitó su taparrabos y, avergonzado, tuvo que salir de Tamoanchan con su pueblo, los huastecos, quienes desde entonces tienen fama de borrachos y de desvergonzados.
Existen varias versiones de la expulsión de Tamoanchan de dioses o de personajes como Cuextécatl. Tezcatlipoca es el principal culpable, ya que fue él quien sedujo a una diosa llamada Xochiquétzal, Tlazoltéotl o Ciuhacóatl en Tamoanchan. Después de este acontecimiento, los dioses tuvieron que abandonar el paraíso de Tamoanchan. La transgresión puede ser entonces de índole sexual, o bien puede consistir en emborracharse y desnudarse, como en el caso de Cuextécatl.
A estos mitos puede añadirse un relato purépecha según el cual el dios Tares Upeme, que estaba borracho en el cielo, fue expulsado por los dioses: “le echaron a la tierra, y por esto está cojo este dios…”. Ahora bien, la cojera o la falta de un pie es una de las características de Tezcatlipoca, defecto físico que adquirió como consecuencia de una transgresión sexual. Además, existe un relato en el que Tezcatlipoca se presentó desnudo en Tollan, en donde sedujo a la hija del rey Huémac. La unión del impúdico seductor con la princesa desencadenó la caída de la ciudad “paradisiaca”, el nuevo Tamoanchan. Es más, Tezcatlipoca se presentó en Tollan como huasteco, es decir, como Cuextécatl.
La ebriedad y el final de los ciclos cósmicos
Resumiendo, Tezcatlipoca –o sus avatares– aparece ebrio en Tamoanchan al final del tercer Sol y encontramos a Quetzalcóatl en la misma situación en Tollan, es decir, al final del cuarto Sol. A partir de los trabajos de Michel Graulich sabemos que Tezcatlipoca y Quetzalcóatl alternan en el papel de Sol o de deidad tutelar de las eras cosmogónicas. Siendo Tezcatlipoca el primer Sol, Quetzalcóatl lo derrotó y tomó su lugar como segundo Sol. Vencido a su vez, Quetzalcóatl dejó el papel de tercer Sol a Tezcatlipoca, el cual cometió la transgresión en Tamoanchan que ya vimos líneas atrás. En Teotihuacan apareció el cuarto Sol, el de Quetzalcóatl-Nanahuatzin. La transgresión del rey de Tollan provocó el fin de la cuarta era. Los mexicas, por su parte, crearon con la figura de Huitzilopochtli –que es confundido con Tezcatlipoca– el concepto de quinto Sol. Lógicamente, al final de la era mexica, es decir, con la llegada de los españoles que fue considerada como el regreso de Quetzalcóatl, encontramos de nuevo el motivo de la embriaguez. Los informantes de Sahagún relatan que para contrarrestar el avance de las huestes de Cortés hacia México-Tenochtitlán, Motecuhzoma mandó a unos hechiceros:
No más fue que cierto borracho con ellos tropezó en el camino. La forma en que lo vieron: como un hombre de Chalco. Estaba como borracho, se fingía ebrio, simulaba ser un beodo. Y no hizo más que lanzarse hacia los mexicas y les dijo: “¿Qué cosa es la que queréis? ¿Qué es lo que procura hacer Motecuhzoma? ¿Es que aún ahora no ha recobrado el seso? Ya México no existirá más! Dirigid la vista a México. Lo que sucedió, ya sucedió!” Luego vinieron a ver. Ardiendo están los templos todos, y las casas comunales, y los colegios sacerdotales, y todas las casas en México. Y todo era como si hubiera batalla. Y cuando los hechiceros todo esto vieron, dijeron: “No tocaba a nosotros ver esto: al que le tocaba verlo era a Motecuhzoma. No era cualquier ése... ése, era el joven Tezcatlipoca...!”
Dios del destino que presenta esta extraordinaria visión anticipada del apocalipsis que va a sufrir la capital mexica, Tezcatlipoca aparece huyendo de los españoles, es decir, aparece en el papel del dios cuya era se termina frente al nuevo Sol Quetzalcóatl. Su ebriedad se inscribe perfectamente en los esquemas de fin de era que acabamos de describir.
Guilhem Olivier. Doctor en historia. Investigador en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Autor de Tezcatlipoca. Burlas y metamorfosis de un dios azteca (FCE, México, 2004), y coordinador, con Leonardo López Luján, de El sacrificio humano en la tradición religiosa mesoamericana (INAH/IIH, México, UNAM, 2010).
Tomado de Guilhem Olivier, “Los dioses ebrios del México antiguo. De la transgresión a la inmortalidad”, Arqueología Mexicana, núm. 114, pp. 26-33.
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