Fue tanto el interés en las excavaciones de la Coyolxauhqui y el Templo Mayor, que durante el primer año de trabajos tuvimos que abrir las puertas de un pequeño sector de la excavación para que los sábados, de 10 a 12 hr, el público visitara el lugar. Un hecho inusitado ocurrió en aquellas visitas: un sábado, la enorme fila de visitantes avanzaba lentamente cuando de repente un joven arrojó algo a los pies de Coyolxauhqui. Se trataba de una rosa. Caso diferente fue el de un señor que publicó en un periódico una nota en la que auguraba grandes desgracias para la ciudad por los fluidos que emanaba la zona excavada.
Hace pocos años un señor vestido de blanco que aún hace “limpias” afuera de la zona arqueológica, me pidió que lo dejara sacar agua del nivel freático ¡para venderla a sus clientes!, lo que, obviamente, le fue negado.
En fin, muchas anécdotas ocurrieron a lo largo de aquellos años y aún hoy día siguen aconteciendo. No han faltado “iluminados” que llegan al lugar para “cargarse las pilas”.
Las visitas se multiplicaron a grado tal, que allí se dieron cita reyes, primeros ministros, premios Nobel, artistas, científicos y público en general. No faltó quien se hacía pasar por periodista para colarse y uno que otro loco que decía ser “hijo de Quetzalcóatl”.
Tomado Eduardo Matos Moctezuma, “Coyolxauhqui y el Templo Mayor en el imaginario del mexicano”, Arqueología Mexicana, núm. 102, pp. 55 - 59.
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