Eduardo Matos Moctezuma, Raúl Barrera Rodríguez, Lorena Vázquez Vallín
Intervenciones recientes del Programa de Arqueología Urbana del INAH han permitido identificar nuevos edificios del recinto sagrado de Tenochtitlan, así como precisar las características de algunos ya conocidos. El hallazgo de mayor relevancia fue el de una sección del Huei Tzompantli, edificio destinado para que ahí se colocaran los cráneos de individuos sacrificados tanto en el Templo Mayor como en el juego de pelota en diversas ceremonias.
A más de cien años de que don Leopoldo Batres, en 1900, realizó los primeros trabajos arqueológicos en la calle de las Escalerillas (hoy Guatemala) –en el tramo entre las hoy calles de República de Brasil y República de Argentina–, las intervenciones recientes del Programa de Arqueología Urbana (PAU) del INAH han permitido identificar nuevos edificios del recinto sagrado de Tenochtitlan, así como precisar las características de algunos ya conocidos.
Por sólo citar dos ejemplos, en 2011, con las excavaciones efectuadas en el predio del Mayorazgo de Nava Chávez por parte del Proyecto Templo Mayor, a cargo del doctor Leonardo López Luján, y en la Plaza Manuel Gamio, por parte del PAU, se detectó un edificio circular decorado con cabezas de serpientes a manera de clavos. Este edificio se identificó como el Cuauhxicalco (“en el recipiente de águila”), localizado al pie de la escalinata que conduce al adoratorio de Huitzilopochtli (López Luján y Barrera, 2012). De igual manera, en 2014, como resultado de una segunda intervención en el predio de Guatemala 16, se descubrieron los restos del lado norte del juego de pelota o teotlachco (“juego de los dioses”), cuyo muro inclinado corre de oriente a poniente y delimita la cancha por ese sector. Estos vestigios están por debajo de los cimientos de la fachada principal del edificio histórico que colinda con la calle de Guatemala, detrás de la Catedral Metropolitana.
Con los trabajos emprendidos en Guatemala 24 durante 2015, 2016 y 2017, se pudo localizar otra estructura arquitectónica consistente en parte de una plataforma orientada de norte a sur y que, por la posición que guarda en relación con los edificios mencionados, no cabe duda de que se trata del Huei Tzompantli (“hilera o muro de cráneos”) del recinto sagrado de Tenochtitlan.
Los datos de la arqueología
Después de dos temporadas de campo se obtuvo información referente a las épocas prehispánica, novohispana y de momentos posteriores en la Ciudad de México. De la primera se detectaron tres niveles de pisos elaborados con lajas de basalto que al parecer formaron parte de la gran plaza o recinto ceremonial. Sin embargo, el hallazgo de mayor relevancia fue el de una sección del Huei Tzompantli, edificio destinado para que ahí se colocaran los cráneos de individuos sacrificados tanto en el Templo Mayor como en el juego de pelota en diversas ceremonias. Se trata de una plataforma baja que tiene alrededor de 60 cm de altura, orientada de norte a sur. Hasta el momento se han encontrado dos fases constructivas, que corresponden a la etapa VI (1486- 1502) del Templo Mayor, es decir, cuando Ahuítzotl regía los destinos de Tenochtitlan. En ambas etapas se ven evidencias de cuatro capas de estuco superpuestas que cubrían la plataforma. Hay que destacar que el piso de la penúltima etapa, que está bien conservada, muestra varios orificios circulares de 25 cm de diámetro, alineados cada 80 cm, que son las huellas que dejaron los postes de madera en los que se ubicaban las varas para ensartar los cráneos, atravesándolos por los temporales y parietales. A esto hay que agregar el hallazgo de dos ofrendas: una de fragmentos de piedra carbonatada, asociada al núcleo de la penúltima etapa constructiva. La otra, afectada parcialmente en la etapa novohispana, consta de 21 cascabeles de cobre, fragmentos de cráneo y dos cuentas de piedra verde. Un cálculo aproximado nos indica que la plataforma debió tener 35 m de largo por 12 de ancho, aproximadamente.
Por otra parte, hacia el extremo norte de esta plataforma se encontraron círculos concéntricos, uno sobre otro, formados por cráneos unidos entre sí por una mezcla de cal, arena y arcilla. Algunos de los círculos muestran cráneos que ven hacia el centro, y los de la hilada externa miran hacia afuera. La torre de cráneos alcanzó, en su primera etapa constructiva, 1.60 m, de altura con un diámetro de 3.60 m. De la siguiente etapa, similar a la anterior, sabemos que llegó a tener 4.70 m de diámetro, sin precisar su altura ni el número de cráneos que lo componían. Hasta el momento se han identificado 445 cráneos para las dos etapas constructivas de la torre. Además, se han analizado 10 500 fragmentos de cráneos y mandíbulas. El equipo de antropología física del PAU informa que la mayoría de los cráneos pertenecen a adultos jóvenes masculinos y en menor número femeninos, sin faltar algunos de infantes. En casi todos los casos se observa la perforación típica para ser coloca- dos en el tzompantli.
Con anterioridad a la labor del PAU, en algunos trabajos se detectó esta plataforma, aunque sin saber de qué se trataba. Uno de esos trabajos fue el de Batres, en 1900, cuando se abrió el colector en medio de la calle de Guatemala (Batres, 1900). Otro trabajo fue el realizado en 1913 y 1914 en el predio de Guatemala 22, donde don Manuel Gamio encontró tres cráneos dentro de una urna de lajas, y un poco más al norte detectó dos braseros y esculturas que representan cabezas de serpientes y cráneos humanos. Hoy sabemos que estos elementos formaron parte del Huei Tzompantli. Fue hasta 1967, con la construcción de la línea 2 del Metro, que se efectuaron trabajos de rescate arqueológico, coordinados por Jordi Gussynier, quien propuso que los escalones hallados en la parte posterior del ábside de la Catedral correspondían al tzompantli, y nosotros pensamos que eran parte del juego de pelota localizado ahí.
• Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.
• Raúl Barrera. Investigador de la Dirección de Salvamento Arqueológico, INAH. Supervisor del Programa de Arqueología Urbana, Museo del Templo Mayor.
• Lorena Vázquez Vallín. Pasante en arqueología por la ENAH. Jefa de campo del Proyecto Guatemala 24. Investigadora del Programa de Arqueología Urbana, Museo del Templo Mayor.
Matos Moctezuma, Eduardo, Raúl Barrera Rodríguez, Lorena Vázquez Vallín, “El Huei Tzompantli de Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana núm. 148, pp. 52-57.
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