Dionisio Rodríguez Cabrera
Este mural prehispánico, igual que otros, representa el contacto de los hombres con sus dioses y antepasados para su legitimación, sustento y continuidad; sin embargo, a diferencia de otros murales, es un caso único en el cual la comunicación entre lo sagrado y lo humano se da a través del pulque.
La primera información sobre el consumo de bebidas intoxicantes en el México prehispánico proviene de las fuentes del siglo XVI, en las que se menciona la manera en que fueron utilizadas en los contextos social y religioso. Estos datos se han reforzado con las imágenes asociadas a este ritual representadas en murales, códices y vasijas.
En los códices de Dresde, Borgia, Florentino, Borbónico y Vindobonensis, entre otros, se habla de referencias pictóricas que sugieren el uso de bebidas alucinógenas. El ejemplo más claro y uno de los más helios se encuentra en el Códice Vindobonensis, donde personajes ricamente ataviados, algunos con pintura facial y máscara, beben pulque, de acuerdo con Oswaldo González de Lima (1978).
En la pintura mural son pocas las escenas en que se representa la ingestión de bebidas. Una de ellas fue localizada por Rubén Cabrera Castro en Atetelco, Teotihuacan, durante los trabajos arqueológicos realizados en 1998 en una habitación de las últimas fases constructivas. Se trata de varios personajes que están sobre una plataforma piramidal bailando, comiendo y bebiendo posiblemente algún alucinógeno.
En otro mural, conocido como de los Bebedores, en Cholula, Puebla, los personajes celebran un ritual que es el tema de este artículo, al cual me referiré de manera general, por razones de espacio.
Descubrimiento del mural
Este extraordinario mural se localiza en el Edificio 3 del Conjunto de la Plaza de los Altares, en el lado sur de la zona arqueológica de Cholula. El 26 de marzo de 1969, el arqueólogo Ponciano Salazar Ortegón lo descubrió accidentalmente cuando exploraba el Edificio 3-A-1. Al colapsarse parte del talud quedó visible uno de los personajes, lo cual dio lugar a que se iniciaran los trabajos de exploración en el edificio, que concluyeron en marzo de 1971.
La consolidación estuvo a cargo de los restauradores Rodolfo Vallín y Alfonso Hinojosa C., y también participaron los dibujantes Odón Cisneros y Germán Díaz Galindo.
El descubrimiento fue de gran interés para los especialistas, pues el contenido iconográfico del mural se refiere a la ingesta de una bebida al parecer embriagante, diferente de otras escenas conocidas hasta el momento en Bonampak, Monte Albán y Teotihuacan. Gracias a la investigación arqueológica se rescató una de las primeras estructuras del Edificio 3, orientada de norte a sur y cuya cara principal, donde se localiza el mural, mira hacia el este, es decir, al interior del Patio de los Altares. La estructura está formada por un friso remetido de 2.25 m de alto en su parte mejor conservada, que descansa sobre un talud de 40 cm de alto y casi 60 m de largo; quizá tuvo una cornisa superior. Como resultado del análisis de los restos cerámicos se determinó que la construcción del edificio corresponde a la fase Cholula II (200 d.C.). La fachada del edificio mide actualmente 56.33 m, pues fue cortada al construirse una de las fases de la Gran Pirámide y el Edificio 3-1-A; sin embargo, es posible que el edificio haya perdido poco de su aspecto original.
Los muros en los que se localizan las escenas pintadas muestran, arriba y abajo, una cenefa policroma con rombos concéntricos y flores de cuatro pétalos. diseños que se alternan con motivos circulares; el fondo es rojo.
A pesar de que aún no se han hecho estudios sobre la técnica utilizada, se ha dicho que es al temple, sobre un aplanado seco. Algunas partes del mural están sobre lodo y otras tienen una mezcla pobre de cal y arena. El diferente tratamiento de la línea sugiere que fue hecho por dos o más pintores.
Dionisio Rodríguez Cabrera. Pasante de la licenciatura en historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Miembro del Proyecto La Pintura Mural Prehispánica de México.
Rodríguez Cabrera, Dionisio, “El mural de los bebedores de Cholula, Puebla”, Arqueología Mexicana núm. 59, pp. 32-37.
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