El Templo Calendárico de México-Tlatelolco

Salvador Guilliem Arroyo

Al inicio de su gobierno, Adolfo López Mateos se planteó la necesidad de crear una unidad habitacional en Nonoalco Tlatelolco, entre las avenidas Insurgentes, Reforma, Manuel González y Nonoalco. Para llevar a cabo el proyecto arquitectónico, que abarcó 1 200 000 m cuadrados, en los que se construyeron 102 edificios habitacionales y 28 inmuebles institucionales y de servicios, se designó a Mario Pani y Ricardo de Robina. La infraestructura de servicios planeada fue única en su momento en América Latina: escuelas –desde básicas hasta de nivel medio superior−, hospitales, tres centros deportivos, áreas verdes y vialidades. Sin embargo, sin duda lo más relevante fue el proyecto para construir tres museos permanentes, de los cuales sólo se concluyó la Sala Homenaje a Cuauhtémoc, situada en los restos del mutilado edificio del tecpan. Los museos proyectados eran:

 

…el de Cuauhtémoc, que ocupará el lugar de tecpan precortesiano, exaltará la memoria del héroe y describirá objetivamente su vida y sus hazañas; el del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, que ilustrará los más notables sucesos del Anáhuac, desde la fundación de Tenochtitlan, en 1325, hasta la caída de Tlatelolco, el 13 de agosto de 1521, y finalmente, el Museo del Pulque, en donde será dada a conocer la importancia que han recibido en nuestra cultura tanto esa bebida como la planta que la produce.

Esto es, una nueva ciudad dentro de la majestuosa metrópoli mexicana, que habla con elocuencia de los hechos, del progreso general de nuestro país, y que anuncia su espléndido futuro. (Conjunto Urbano “Presidente López Mateos, (Nonoalco Tlatelolco”). Banobras, México, 1963.

Excavaciones en Tlatelolco

Las obras de excavaciones para cimentar los nuevos edificios se iniciaron sin la participación de especialistas que pudieran recobrar el patrimonio prehispánico y colonial del sitio, pese a que entre 1944 y 1956 el Instituto Nacional de Antropología e Historia había exhumado las estructuras de las distintas etapas constructivas del Templo Mayor de Tlatelolco, y en 1953 el sitio había sido declarado zona arqueológica, bajo la protección de las leyes federales, gracias a los esfuerzos de Pablo Martínez del Río, Antonieta Espejo y Robert H. Barlow, entre otros. Este último rescató de las fuentes etnohistóricas el rico pasado prehispánico y colonial de Tlatelolco (véanse las obras completas de Robert H. Barlow publicadas por el INAH y la UDLA bajo la coordinación de Jesús Monjarás-Ruiz). El equipo de investigadores publicó sus estudios en 12 volúmenes, titulados Tlatelolco a través de los tiempos (1944-1956). Así, para el año en que se inició la construcción de la unidad habitacional, existían suficientes argumentos para realizar el rescate sistemático del acervo prehispánico y colonial de Tlatelolco.

En marzo de 1960, Francisco González Rul fue nombrado coordinador del rescate arqueológico en toda el área y, en 1963, el terreno circundante al Templo Mayor comenzó a vaciarse, con el fin de cumplir con el proyecto arquitectónico de crear un espejo de agua que armonizara con la torre de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

En el sector sur del templo se descubrió un edificio de dos cuerpos sobrepuestos de planta rectangular. La decoración de sus fachadas secundarias, formada por paneles de petroglifos enmarcados en nichos de cantera, representa en secuencia las tres primeras trecenas del calendario adivinatorio de los mexicas, el tonalpohualli. Por ello el edificio recibió el nombre de Templo Calendárico.

La fachada principal del Templo Calendárico aparece orientada hacia el oeste. Tiene dos escalinatas de acceso, limitadas por alfardas rematadas en el típico dado superior que, en este caso particular, tienen nichos, Las escalinatas están divididas por un dado central, en donde descansaba una estructura circular de lajas de pizarra y núcleo de tierra.

En ese año de 1963 hubo un intento de robo de dos petroglifos del templo, lo cual provocó la reacción de los arqueólogos, y posteriormente se logró rescatar todos los edificios prehispánicos que conforman la actual zona arqueológica.

En mayo de 1964, González Rul fue sustituido por Alberto Ruz, quien consolidó los edificios expuestos y contó con los servicios del restaurador Baltazar Trejo para retirar los restos de pintura mural prehispánica mediante la técnica de strappo, con la idea de mostrarlos posteriormente en el museo de sitio.

En enero de 1965, Ruz dejó el mando de los trabajos a Eduardo Contreras Sánchez, quien laboró de manera sistemática hasta el tristemente célebre 2 de octubre de 1968, fecha en que se suspendieron todos los trabajos y proyectos para Tlatelolco (Salvador Guilliem Arroyo, 1996).

Casi dos décadas más tarde, en 1987, Eduardo Matos (1987) propuso un nuevo proyecto arqueológico interdisciplinario para Tlatelolco, cuyo eje fundamental consistiría en contrastar las ciudades de Tenochtitlan y Tlatelolco a partir de los materiales exhumados sistemáticamente en contextos análogos

 Al inicio de los trabajos se intervino en diferentes sectores de la actual zona arqueológica, y en 1988 Francisco Hinojosa propuso localizar los objetos rituales que ayudaran al entendimiento del Templo Calendárico como un xiuhmolpilli, monumento dedicado al final de un siglo, a la atadura de los años. Hinojosa exploró en cinco sectores y registró el sistema constructivo del edificio hasta su desplante. El dato más relevante lo obtuvo en el pozo hecho en el centro del templo, el cual permitió detectar una edificación más antigua recubierta de estuco y con pigmento rojo en algunas zonas.

Ante los resultados obtenidos, en 1989 propuse como hipótesis que la estructura circular de lajas que descansaba sobre el lado central de la fachada principal era el continente de ofrendas que ayudaría a explicar la función y el simbolismo del Templo Calendárico, basado en que sus dimensiones eran muy similares al osario y al contenedor de la ofrenda y escultura dedicadas a Xochipilli, descubiertos por Leopoldo Batres en la calle de las Escalerillas a principios de siglo (Batres, “Exploraciones arqueológicas en las calles de las Escalerillas, Ciudad de México”, en Eduardo Matos (coord.), Trabajos arqueológicos en el centro de la Ciudad de México, INAH, México, 1979).

La estructura circular

La exploración de la estructura circular del Templo Calendárico se llevó a cabo paulatinamente, desmontando sus lajas por capas para liberar de ese enorme peso al dado central. En su parte intermedia se descubrieron los primeros rasgos de pintura mural: círculos que en primera instancia se consideraron chalchihuites. Más tarde se descubrieron las líneas negras que forman cajones de interior rojo. Sobre las lajas que descansaban en el muro se localizaron navajas de obsidiana, pigmento rojo pulverizado y fragmentos minúsculos de copal, ofrenda de inhumación de la pintura. La Dirección Nacional de Restauración del INAH designó a Armando Soto para llevar a cabo los trabajos de restauración del mural.

El Templo Calendárico ostenta el glifo de consagración 2 técpatl, cuya asociación más coherente corresponde a 1468 (Guilliem Aroyo, 1996), justo al inicio del mandato de Moquíhuix en Tlatelolco. La pintura mural descubierta se aplicó muy probablemente al fresco, sobre el enlucido de estuco que recubrió la sillería del dado central de la fachada principal. Una serie de sillares de cantera rosa fueron colocados horizontalmente, dejando expuestos cuatro centímetros de su canto, con la clara intención de formar dos planos visuales en el mural, con el inferior remetido. En el plano superior se localizaron los restos de seis cajones rojos, separados entre sí por tres líneas negras verticales y con sus límites inferior y superior indicados con una línea negra horizontal. En la esquina superior derecha se encontró un círculo; debajo de éste, y propiamente dentro del primer cajón, hay otros dos círculos, seguidos a la izquierda por un cráneo humano que corresponde al día miquiztli (muerte), acompañado de siete círculos ordenados en escuadra. En el siguiente cajón se logró identificar el dibujo parcial del día tochtli (conejo) y cuatro círculos más. A la izquierda sigue el día mázatl (venado), y se aprecian cinco círculos. También a la izquierda los glifos continúan con el símbolo atl (agua), con siete círculos, y finalmente, el último cajón rescatado contiene el glifo del día itzcuintli (perro), asociado a un solo círculo. De acuerdo con la evidencia, los días están ordenados de derecha a izquierda, lo que indica que los círculos son parte de los numerales de la sucesión de los días que conforman la cuarta trecena del tonalpohualli, y están en clara concordancia con las trecenas que la anteceden en las fachadas restantes del templo y que en conjunto representan un total de 52 días.

En la parte inferior del mural hay tres semicírculos rojos, equidistantes y dispuestos hacia abajo, en tanto que en la esquina superior izquierda aparece uno más. Están formados por un medio círculo rojo, circundado por una banda blanca seguida de una más angosta, de color rojo, que tiene en su interior una secuencia de pequeños círculos negros.

Todo este conjunto está rodeado de color azul, sobre el cual se pintaron rombos con puntos negros centrales, lo que probablemente es una representación de la piel del monstruo de la tierra. Bajo los semicírculos aparece la escena principal, inscrita en un enorme semicírculo rojo.

 

Salvador Guilliem Arroyo. Arqueólogo por la ENAH. Investigador del Proyecto Templo Mayor. Jefe de la zona arqueológica de Tlatelolco.

Guilliem Arroyo, Salvador, “El Templo Calendárico de México-Tlatelolco”, Arqueología Mexicana, núm. 34, pp. 46-53.

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