La representación del sacrificio humano

Javier Urcid

La depredación como metáfora sacrificial

Los sistemas de representación visual y el sacrificio humano

Además del enfoque forense en el análisis de restos humanos, existe otra vía indirecta para indagar sobre las prácticas sacrificiales y post-sacrificiales. Se trata del estudio de los varios sistemas gráficos que se usaron en Mesoamérica antes de la conquista española.

Estas formas de comunicación visual recurrieron a grafías en donde la depredación animal-animal, animal-humana, o divinidad-animal sustituye simbólicamente las acciones de la captura de prisioneros, de la inmolación humana y posiblemente de la antropofagia. Pero no es hasta casi un milenio después del origen del sacrificio humano en Mesoamérica que en los sistemas gráficos de varias regiones se opta por representar la inmolación en forma realista, con escenas que son explícitas en cuanto a su forma (extracción del corazón y decapitación), y en algunos casos hasta de los emplazamientos donde se ejecutaba (plataformas, cortes reales y juegos de pelota).

Las representaciones con yuxtaposiciones permiten detectar patrones sustitutivos e identificar cómo se connotan ciertas ideas mediante significados secundarios e indirectos. Por ejemplo, una de dos escenas centrales en los paramentos del juego de pelota en Chichen Itzá muestra a dos jugadores de pelota profusamente ataviados, incluyendo los yugos y las palmas en la cintura, así como los protectores en codos y rodillas.

El jugador victorioso, con una elaborada voluta del habla, sostiene con una mano un cuchillo y con la otra la cabeza decapitada de su oponente. Éste, ya sin cabeza, está aún activo,  parcialmente arrodillado y sostiene una manopla para golpear la pelota. Ésta, de tamaño superlativo, tiene la representación de un cráneo humano, lo que conlleva la idea de “muerte”.

Del cuello cercenado del jugador decapitado emanan seis serpientes y una gran planta cargada de retoños, flores y frutos. La yuxtaposición de decapitación, serpientes y una planta con dotes abundantes permite suponer que los ofidios equivalen simbólicamente a chorros de sangre (una sustitución que no se indica en la cabeza cortada), y que hay una relación de causa-efecto entre sangre y planta copiosa (el sacrificio genera la fertilidad). La primera relación sustitutiva permite reconocer, por ejemplo, que la escultura mexica de la Coatlicue de siglos después, de cuyo cuello emanan dos serpientes que miran hacia el eje central, y de cuyas muñecas salen otras culebras, alude al acto de decapitación y corte de las manos.

Imagen: Yuxtaposiciones gráficas y metáforas visuales. a) Tablero central del paramento norte, Juego de Pelota de Chichen Itzá, Yucatán. b) Cara frontal de la Coatlicue del Templo Mayor, Ciudad de México. Dibujos: Javier Urcid.

Javier Urcid. Doctor en antropología por la Universidad de Yale. Profesor en el Departamento de Antropología de la Universidad de Brandeis, Boston, Massachussetts.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Urcid. Javier , “La depredación como metáfora sacrificial”, Arqueología Mexicana, núm. 180, pp. 38-44.