Paso de Cortés III

Ismael Arturo Montero García

Tercera de tres partes

Es necesario advertir al lector que, durante la conquista de México, las tropas de Cortés realizaron varios ascensos al borde inferior del cráter y no a la cima del Popocatépetl (Montero, 2016). El primero en 1519, obra de Diego de Ordaz, ya referido, el cual, además del prestigio político que alcanzó, sirvió para divisar el entorno geográfico de la Cuenca de México con fines estratégicos, entendidas las capacidades militares de Diego de Ordaz. Así, de este primer ascenso no se obtuvo azufre, pero sí referencias geográficas con fines tácticos, como lo refiere Cervantes de Salazar en su Crónica de la Nueva España, lib. III, cap. LVIII.

El segundo ascenso al parecer tuvo lugar antes de la toma de Tenochtitlán, para abastecerse de azufre y así producir pólvora para la artillería durante el asedio de 1521, como lo refiere Antonio de Solís en su Historia de la conquista de México, lib. III, cap. IV.

El tercer ascenso ocurrió en 1522, cuando Cortés encargó a Francisco Montaño y al artillero Meza ascender al Popocatépetl para obtener el azufre suficiente para producir la pólvora indispensable para sofocar posibles levantamientos y campañas posteriores. De este ascenso contamos con detallada información en la Crónica de la Nueva España de Francisco Cervantes de Salazar (lib. VI, cap. VII), en la que destaca el itinerario, las vicisitudes, el descenso al cráter, el volumen de azufre obtenido y la experiencia previa de Francisco Montaño en la isla de Tenerife para extraer azufre del volcán Teide. Según la fuente, se obtuvieron 12 arrobas de azufre, cerca de 130 kg, que una vez procesado resulta en 115 kg; si consideramos que la pólvora se compone de 75% de salitre (nitrato de potasio), 15% de carbón vegetal y 10% de azufre, bien pudo Cortés hacerse de una tonelada de pólvora para sus fines bélicos.

El lector sabrá guardar las precauciones necesarias que merece cada fuente virreinal que describe estos ascensos. Sin embargo, lo más importante es que los antiguos pobladores de estas tierras se sobreponían al temor y ascendían repetidamente a las cumbres de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, así como a otras altas montañas del Altiplano, para cumplir con delicados rituales y colocar ofrendas mucho antes de la llegada de los españoles. Tal afirmación se sustenta en los trabajos arqueológicos recientes realizados por todo el Altiplano Central de México (Montero, 2009).

Vale la pena preguntarnos si la columna militar de Cortés, en su intención por alcanzar Tenochtitlan, contaba con una opción diferente a cruzar por entre los volcanes. La respuesta es sí. Según la Relación de méritos y servicios del conquistador Bernardino Vázquez de Tapia, de 1542, Pedro de Alvarado y el mismo Bernardino Vázquez de Tapia habían incursionado días antes hasta la Cuenca de México como emisarios de Hernán Cortés ante el mismo Moctezuma, pero Moctezuma no les recibió y sólo se les permitió llegar hasta Texcoco. Ésta es la narrativa de Vázquez de Tapia al respecto:

…el Marqués (Hernán Cortés) de desear imbiar mensajeros a Montezuma, porque le pareció le convenía mucho y era muy necesario, así por asegurar a Montezuma, como porque, los que fuesen, viesen y supiesen la tierra y los caminos y las ciudades y pueblos que había, y para que trajesen aviso y relación de lo que viesen… Y aunque ambos teníamos caballos (Bernardino Vázquez de Tapia y Pedro de Alvarado) y nos mandó los dejásemos y que fuésemos a pie, porque, si nos matasen, no se perdiesen (los caballos)…

Los emisarios guiados por una comitiva mexica partieron de Teocacinco (hoy Hacienda Tecoac en Huamantla, Tlaxcala) con destino a Tlaxcala para continuar a Cholula, y de ahí a Tochimilco, Tetela del Volcán, Ocuituco, Jumiltepec, Amecameca, Chimalhuacán y finalmente a Texcoco, donde se reunieron con principales de la nobleza indígena, que argumentaron diversas razones por las que no los recibía Moctezuma; a su regreso: “…nos volvimos por el mismo camino […]. En este camino pasamos hartos trabajos y peligros y aprovechó mucho nuestra venida, porque, por el mismo camino que nos llevaron a nosotros, porfiaban después que no sabían otro camino para México, y por que por allí habían de ir el Marqués y nosotros, cuando fuésemos a México…”.

Desconfianza tuvieron de este camino, pues consideraban que serían emboscados en alguna barranca o paso estrecho, ya que desde un inicio, cuando la columna militar de Cortés avanzó de Tlaxcala a Cholula, encontraron que los caminos habían sido bloqueados a propósito para complicar su tránsito, así que la ruta de Tochimilco a Amecameca por la ladera sur del Popocatépetl fue descartada y optaron por el paso entre los volcanes: “Desde Cholula se procuró el mejor camino que había para México, porque don Pedro de Alvarado e yo le informamos no le convenía ir por donde nosotros fuimos; y en fin, nos encaminaron para que fuésemos por un camino, que va entre el volcán y la sierra nevada, y ansí fuimos…”.

En conclusión, tres aspectos resultan relevantes para Cortés y los españoles al tomar la ruta descrita: el primero es la táctica militar, pues al seguir un camino por terrenos agrestes por los que no se espera su incursión, intenta sorprender a los mexicas y evita ser emboscado por el camino al sur del Popocatépetl; el segundo es el prestigio obtenido al ascender al Popocatépetl, pues se muestran valerosos, no sólo para enfrentar la naturaleza de un volcán activo, sino también tomando en cuenta el aspecto divino del volcán; y finalmente, el tercero es de carácter simbólico, pues pretenden relacionarse con el mito de la huida de Quetzalcóatl entre los volcanes, lo cual lleva a la fatídica confusión de considerar la llegada de Cortés como el retorno del dios Quetzalcóatl.

 

Ismael Arturo Montero García. Arqueólogo, maestro en historia de México, doctor en antropología con posdoctorado en antropología ecológica. Miembro del SNI-Conacyt. Premio Nacional al Mérito Forestal 2002. Asesor de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Director del Centro de Investigación y Divulgación de la Ciencia de la Universidad del Tepeyac.

 

Montero García, Ismael Arturo, “Paso de Cortés”,  Arqueología Mexicana, núm. 160, pp. 77-81.