Santuarios en la Cuenca de México

Johanna Broda

Paisajes rituales del Altiplano central. Dioses y urbanismo

Había dos tipos de santuarios en la Cuenca de México: a) templos, y b) adoratorios o “lugares sagrados” en el paisaje. El santuario principal de cada grupo étnico era su Templo Mayor, que constituía el centro político y simbólico del señorío. En el caso de los mexicas, era la gran pirámide doble dedicada a su dios patrono y deidad solar Huitzilopochtli, y al dios de la lluvia y de la tierra, Tláloc. Las ofrendas con fauna marina enterradas al pie de la pirámide doble establecen un vínculo entre el centro simbólico del imperio mexica, el paisaje circundante, y las aguas subterráneas que llenaban los cerros y se comunicaban con el mar –este último conceptualizado por los mexicas como el símbolo absoluto de la fertilidad (Broda, 1991a).

El Códice Borbónico, valiosísimo documento pictórico de tradición prehispánica, muestra al dios Tlaloc dentro de un templo situado en la cima de un cerro. El cerro se representa cubierto por la piel del lagarto, es decir, el lagarto terrestre, que tiene las fauces abiertas con filosos colmillos propios del monstruo de la tierra. Es la entrada al inframundo, repleto de agua y riquezas; también es la alegoría prototípica de la cueva como acceso a este reino subterráneo inmerso en agua. Este simbolismo adquiere coherencia a partir del momento en que entendernos que el culto de los cerros era un aspecto fundamental del culto de Tlaloc y la razón de ser de los santuarios en los cerros de la Cuenca.

 

Johanna Broda. Doctora en etnología. Investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, y maestra de la División de Estudios Superiores de la ENAH.

Broda, Johanna, “Paisajes rituales del Altiplano central. Dioses y urbanismo”, Arqueología Mexicana, núm. 20, pp. 40-49.

 

Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición impresa

Dioses de Mesoamérica