Tehuacán-Cuicatlán

Nelly M. Robles García

El Valle de Tehuacán-Cuicatlán se ubica en la región montañosa entre los actuales estados de Puebla y Oaxaca. Contiene zonas semiáridas y áridas, y su biodiversidad es la más grande de Norteamérica, que propició una serie de adaptaciones humanas desde la prehistoria, las cuales fueron elemento clave en la consolidación de la macrorregión de Mesoamérica como una de las cunas de la civilización en el mundo.

En el área se encuentran los hábitats más representativos del continente, comunidades de plantas de la provincia florística Tehuacán-Cuicatlán, que propiciaron la presencia humana continua, desde grupos de cazadores y recolectores, pasando por enormes ciudades prehispánicas y coloniales, hasta las comunidades rurales contemporáneas, lo que le da el “valor universal excepcional” reconocido por la UNESCO para elevarla a la categoría de Patrimonio Mundial.

Esta extensa región abarca más de medio millón de hectáreas, divididas en 52 municipios, y se caracteriza por las muestras de la indisoluble relación entre cultura y naturaleza, lo que le dio a los expertos la pauta para declararla Patrimonio Mixto de la Humanidad. El aspecto natural del área, lo que le hizo ganar el nombramiento como Reserva de la Biosfera desde 1998, ha sido objeto de estudios científicos que han servido para caracterizar el enorme acervo de especies naturales, plantas y animales, con un gran número de endemismos, lo que la hace más atractiva para las ciencias. Son las cactáceas las especies más características y reconocidas de la reserva; sin embargo, los inventarios de plantas son considerables y se acrecientan en la medida que se descubren nuevos parajes y ecosistemas.

El establecimiento de la Reserva de la Biosfera significó un enorme esfuerzo por la conservación, no sólo de su gran biodiversidad, sino de su cultura material e inmaterial, pasada y presente.

Los estudios arqueológicos, pocos hasta la fecha, han permitido acercarse a la muy larga y variada ocupación humana, que incluye las culturas mixteca, chocholteca, cuicateca, ixcateca, mazateca y zapoteca, cuya base común son las lenguas de la familia otomangue.

Estudios arqueológicos

Los estudios arqueológicos de la región han abordado una temática diversa, por medio de proyectos que, con el tiempo, han definido sus vertientes más importantes. Ignacio Bernal documentó y estudió las trazas urbanas de cacicazgos o ciudades-Estado del Posclásico, como Santa Cruz Almoloyas. En la década de 1940 exploró parcialmente y documentó el sitio monumental de Santo Domingo del Palmar. De este enorme asentamiento afirmó que seguramente constituía un antecedente directo de las arquitecturas de Yagul y Mitla, en el valle de Oaxaca.

Una década después, Eduardo Pareyón documentó, excavó y realizó una propuesta para la restauración de la zona fortificada de Quiotepec, distinguiendo algunos de los tipos cerámicos tardíos para la región. A la fecha, Raúl Matadamas continúa con el tema, y además se ocupa de los conocimientos tradicionales sobre el paisaje, combinando la arqueología y la etnohistoria.

En el Valle de Tehuacán, Richard S. McNeish dirigió el “Tehuacan Archaeological-Botanical Project”, con la finalidad de determinar la evolución cultural de la región, cuyos resultados fueron plasmados en una obra magnífica y pionera: La prehistoria del Valle de Tehuacán. En ésta, entre otros variados temas, se da cuenta de sus hallazgos en la cueva de Coxcatlán, en la que documentó evidencias de la temprana domesticación de plantas.

 

Nelly M. Robles García. Arqueóloga por la ENAH, maestra en conservación de arquitectura prehispánica por la ENCRYM-INAH y doctora por la Universidad de Georgia, Estados Unidos. Miembro del Comité Científico-Editorial de Arqueología Mexicana.

 

Robles García, Nelly M., “Tehuacán-Cuicatlán”, Arqueología Mexicana, núm. 155, pp. 36-39.

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