Xiuhtecuhtli, señor del fuego y del año

Elsa Hernández Pons

Entre la gran cantidad de evidencia que sobre la cultura mexica ofrece el Centro Histórico de la Ciudad de México, destaca el magnífico conjunto de esculturas en piedra dedicadas a representar y honrar a sus dioses. La escultura de Xiuhtecuhtli, encontrada recientemente en los predios que antiguamente formaban parte del ex Convento de Betlemitas, viene a enriquecer ese acervo y a proporcionar más elementos para el análisis de la iconografía mexica.

La ciudad de México, la antigua México-Tenochtitlan de los aztecas, conserva en su subsuelo grandes posibilidades de hallazgos arqueológicos; si bien la mayoría de éstos ha ocurrido en forma fortuita, todos han enriquecido significativamente la iconografía mexica.

El 3 de enero de 1994, dentro de los trabajos de rescate arqueológico que realizaba el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en el predio de avenida Cinco de Mayo núm. 18, Centro Histórico de la Ciudad de México, se localizó, a cinco metros de profundidad y bajo un contexto colonial que surtía el agua de la acequia de San Francisco, una escultura azteca que representa al dios del fuego, Xiuhtecuhtli.

Lugar del hallazgo

Se había solicitado un rescate arqueológico en el predio de la avenida Cinco de Mayo que colindaba con el Proyecto de Restauración y Excavación del ex Convento Hospitalario de Betlemitas, ya que en el siglo XVIII había sido parte de éste. A pesar de las modificaciones sufridas desde esa época, resultaba oportuno llevar un meticuloso registro, ya que, cercano a ese predio, se habían localizado piezas aztecas importantes –basta consultar el estudio de Mateos Higuera (1979) al respecto–.

En septiembre de 1993 comenzaron los trabajos arqueológicos, paralelamente a las obras de infraestructura para desplantar un edificio con dos sótanos de estacionamiento y cuatro niveles de altura, que serviría para oficinas del Banco de México. Los descubrimientos iniciales del lugar remitían a datos aislados sobre su ocupación en el siglo XIX, ya que encontramos parte de la arquitectura de lo que fue el Teatro Principal –luego Teatro de Santa Anna–, demolido en 1881 para dar paso a la avenida Cinco de mayo.

Hacia el colindante norte del terreno, que perteneció al ex Convento de Betlemitas, se localizó una palizada; una barda de postes de madera perfectamente ensamblados y conservados, que formaba parte de la compuerta que controlaba el suministro de agua hacia Betlemitas –desde la acequia de San Francisco– por dotación colonial de aguas.

Justo bajo este punto, y aprovechando el cansado ritmo de salvamento de la arqueología del predio, los constructores trabajaron con maquinaria pesada sin dar aviso a la supervisión del INAH; a causa de esto, sucedió el hallazgo casual e inesperado de una gran pieza verde de jadeíta labrada, dentro de la “mano de chango”.

La presencia oficial del INAH en dichas obras permitió que el hallazgo fuera oportunamente conocido y trabajado por los arqueólogos; más tarde, la pieza fue trasladada a Betlemitas, donde se realizó el registro y descripción de su contenido iconográfico en detalle, a cargo de Marta Muñoz, así como un primer dibujo por Rocío Arrellín.

Descripción de la escultura

Se trata de una pieza de jadeíta, labrada y pulida, que presenta roturas y faltantes antiguos, sobre todo en el tocado y la cabeza; esto nos permite inferir que sufrió la misma suerte que otras piezas aztecas destruidas o mutiladas durante la conquista española.

Sus dimensiones son: 59 cm de alto, 41 cm de ancho y 33 cm de grosor en la base. Es una hermosa talla redondeada y pulida que representa a una de las deidades más antiguas del panteón mexica, Xiuhtecuhtli, señor del fuego y del año. Se trata de un personaje sedente, viejo y barbado, que con sus brazos entrelaza sus rodillas y descansa su barbilla en ellas. El rostro sereno pertenece a un hombre desdentado y con los ojos abiertos, realizados posiblemente con incrustación de concha y obsidiana; lleva nariguera de barra y orejeras ricamente adornadas. El cabello, lacio y largo, cae sobre su frente y hombros hasta la espalda.

El tocado, muy destruido al frente, conserva hacia la espalda restos de un moño de papel entrelazado al centro, bajo el cual pende un caparazón de tortuga, rematando el tocado un fleco sencillo.

La posición en cuclillas del personaje permite apreciar su atavío con brazaletes, maxtlatl, ajorcas y sandalias. Los brazaletes se forman con tres bandas de chalchihuites, mientras que en las ajorcas hay recuadros con quincunces, que rematan en una guía de cascabeles.

La talla es tan delicada que, bajo los brazos, pueden apreciarse los dedos de ambas manos. La boca, de labios delgados, proyecta dos dientes sobre el labio superior. Asimismo, se aprecian pequeñas horadaciones bajo las orejeras y algunos puntos del tocado, hechas posiblemente para decorar a la deidad.

Su espacio simbólico

Algunos autores, como Heyden (1912), Beyer (1965), López Austin (1983) y López Luján (1993), han referido la importancia de esta deidad dentro del panteón mexica, aunque plantean algunas variantes interpretativas sobre su simbología y atributos.

En relación con la barba, hay otra escultura de Xiuhtecuhtli en la Colección Lukas Visher del Museo Etnográfico de Basilea, Suiza, que comparte casi todas las características de posición, atavíos y atributos estilísticos con la pieza localizada recientemente. Aunque de menor tamaño (34 cm largo, 2l .6 cm ancho y 24.5 cm grosor) y elaborada en piedra de basalto (tezontle), la de Basilea está completa y puede apreciarse que el decorado al frente del tocado es un ave. Las similitudes entre ambas son obvias, y aunque la de Betlemitas se encuentre mutilada, no descartamos que ostentara en el tocado los elementos iconográficos de otras esculturas de Xiuhtecuhtli conocidas a la fecha.

La pieza se exhibe en la exposición temporal “Dioses del México Antiguo”, donde el arqueólogo Eduardo Matos la interpreta como Huehueteotl-Xiuhtecuhtli. Su lugar de exposición definitiva no se conoce todavía, aunque hay la intención por parte del Banco de México de que forme parte de su Museo Numismático, en Tacuba núm. 17, y quede así dentro del espacio ritual donde fue encontrada.

 

Elsa Hernández Pons. Arqueóloga por la ENAH. Actualmente es investigadora de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, INAH.

Hernández Pons, Elsa, “Xiuhtecuhtli, deidad mexica del fuego”, Arqueología Mexicana, núm. 20, pp. 68-70.

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