Como para el resto de las sociedades mesoamericanas de toda época y región, para los mexicas la agricultura fue el principal modo de subsistencia y el maíz su cultivo fundamental. Se obtenían además otros alimentos por medio de la recolección, la caza, la pesca y la cría de animales. En conjunto, el sistema de subsistencia mexica permitía un grado de nutrición adecuado, por más que el consumo de animales fuera relativamente moderado.
Agricultura
Había dos variantes en cuanto al cultivo: de temporal e intensivo. El primero dependía totalmente del ciclo anual de lluvias y permitía una cosecha al año. El segundo, en el que se utilizaba riego, permitía obtener por lo menos dos cosechas. En el caso de Tenochtitlan, como en otros puntos de la Cuenca de México, se había desarrollado además un sistema de campos levantados, las chinampas, que permitían extender la superficie cultivable. Además de maíz, de estas milpas se obtenía: tomate, frijol, calabaza, chiles y una notable variedad de hierbas comestibles, los quelites.
Caza y pesca
Aunque no formaban parte esencial de la dieta mexica, se cazaban varias especies de animales como venado y conejo. También se aprovechaban las numerosas aves de los lagos, para lo cual se contaba con un eficiente sistema de captura basado en el uso de redes y lanzas. De las aguas del lago también se obtenía una buena variedad de peces.
Animales domesticados
El guajolote y el perro fueron las únicas especies que se criaban para consumo humano, aunque al parecer una especie de pato también había sido domesticada para tal fin. Cabe señalar que no eran una comida de uso corriente, y al parecer su consumo estaba limitado a ocasiones especiales, si bien éstas eran frecuentes en la intensa vida ritual mexica.
Recolección
Ésta era esencial para complementar la producción agrícola. Por esta ancestral vía se obtenían diversos frutos y hierbas; se recolectaban también insectos como hormigas, gusanos y jumiles. Del lago se obtenían algas, en especial una que se conocía como tecuítlatl, “excremento de las piedras”, bastante apreciada por los mexicas por su alto contenido de proteínas y su sabor.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique, “La alimentación”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 75, pp. 78-79.