Frutos: mamey, Guayaba, Chicozapote

Enrique Vela

Mamey (Pouteria sapota)

En náhuatl se le llama tezonzápotl (fruto que tiene color de piedra de tezontli) o tetzápotl. Se consideraba de uso medicinal para varias afecciones. Hoy en día es uno de los frutos “finos” que se consumen en varias partes del trópico y es utilizado por la industria alimenticia en la fabricación de helados y pasteles. El empleo de su semilla como saborizante del chocolate está vigente en el téjate, bebida tradicional oaxaqueña que ha alcanzado popularidad en Estados Unidos.

Basado en Linares y Bye, 2014.

Guayaba (Psidium guajava)

Mientras que algunos opinan que su nombre proviene de la lengua caribe, otros afirman que procede de la palabra náhuatl cuayahua (cuáhuitl, árbol, y tlacoyahua, descortezado). La especie clasificada de la guayaba es originaria de Mesoamérica. En la actualidad, entre la población mexicana se prepara una tisana con las hojas del guayabo, la cual, administrada por vía oral, es útil en el tratamiento de la diarrea, en la distensión abdominal, como antinflamatorio y en el cólico intestinal. De hecho es la única planta medicinal mexicana que es utilizada para elaborar fitofármacos.

Chicozapote (Manilkara sapota)

Su nombre en náhuatl era xicotzápotl por la relación con el xicotli, el insecto que la poliniza. Tiene un fruto comestible muy apreciado por su dulzura y delicioso sabor. Los mayas extraían su látex, al que llamaban sicte, que es justo el término maya de donde viene el nombre de chicle. Durante muchos años, ese látex fue la base de la industria chiclera. En nuestros días, en la industria chiclera internacional se le ha sustituido por polímeros artificiales y sólo la industria local artesanal lo sigue empleando como un chicle orgánico.

Basado en Linares y Bye, 2014.

 

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.

 

Vela, Enrique (editor), “Mamey (Pouteria sapota)”, “Guayaba (Psidium guajava)” y Chicozapote (Manilkara sapota)”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 84, pp. 74-75.