Los habitantes de la región lacustre del sur de la cuenca de México transformaron ciénagas, pantanos y lagunas en áreas de producción agrícola cuya extensión alcanzó, según los especialistas, cerca de nueve mil hectáreas. El agrosistema chinampero fue construido por el hombre con los elementos que el medio le brindaba, creando así un emporio agrícola dotado de canales que servían para el transporte de productos destinados a una población de casi doscientas mil personas.
La chinampas, contrariamente a lo que a veces supuesto, no son las trajineras ni las canoas o lanchas en las que los paseantes recorren los canales de Xochimilco sino que se trata de parcelas hechas artificialmente por el hombre, de forma rectangular, semejantes a pequeños islotes largos y angostos, rodeados por canales, construidas en las orillas y el interior de pantanos y lagos de poca profundidad de los vasos de agua dulce de la cuenca de México. También son el sistema agrícola mexicano de origen prehispánico más célebre, conocido y ensalzado de todos los existentes.
Un poco de historia
Las chinampas y las grandes obras hidráulicas construidas por los antiguos habitantes de la cuenca de México han fascinado literalmente a numerosos curiosos y estudiosos durante los casi cinco siglos transcurridos desde la invasión europea. Gracias a lo que algunos de éstos escribieron, conocemos muchos detalles de este singular sistema agrícola, mientras otros son documentados gracias a investigaciones arqueológicas sistemáticas.
De acuerdo con algunos especialistas, las chinampas agrícolas se empezaron a construir en forma limitada unos 200 años a.C., mientras otros consideran que no fue sino hasta 800 d.C. Lo que parece un hecho es que la expansión máxima del sistema tuvo lugar en el periodo Azteca (III), de 1300 a 1500 aproximadamente. En efecto, y de acuerdo con la reconstrucción realizada por el arqueólogo Pedro Armillas (1981), en ese lapso el hombre transformó profundamente el ecosistema natural de la región lacustre del sur de la cuenca de México, para entonces una compleja combinación de ciénagas, pantanos y lagunetas. De acuerdo con los cálculos del propio Armillas, el área de pantano transformada con chinampas durante ese periodo era de unas 12 mil hectáreas, excluyendo islas e incluyendo canales y posibles lagunitas, que ocupaban unas tres mil hectáreas. En suma, unas nueve mil hectáreas (o 50 kilómetros cuadrados) de tierra cultivable, suficientes, según cálculos hechos por el arqueólogo William T. Sanders (1976:135), para sostener a una población de entre l17 y 200 mil personas (con un consumo anual de 160 kilogramos de maíz por cabeza).
Para mantener el agroecosistema chinampero, con sus parcelas y canales respectivos, el hombre echó mano de los elementos que el medio le brindaba: de la ciénaga y las lagunas obtuvo los materiales principales que hacían posible la construcción, manejo y renovación de las parcelas, la vegetación acuática, especialmente ese entretejido grueso y de gran diversidad vegetal que cubría los lagos meridionales, llamado en los documentos coloniales y decimonónicos “cinta”, el lodo del fondo de los canales y el agua necesarios, la tierra de las orillas lacustres.
¿Cómo se construyeron las chinampas?
Las fuentes históricas, así como los testimonios recogidos en el campo por diversos estudiosos modernos, registran varios métodos de construcción de suelo artificial en estas áreas lacustres. Tres corresponden propiamente a chinampas, es decir, a suelo agrícola, y dos más a suelo para habitación (Rojas, 1984). Referiré, primero, los correspondientes a las chinampas para luego abordar muy brevemente los otros dos. No discutiré aquí el muy controvertido asunto de si las chinampas flotaban o no, pero remito al lector a Rojas, 1984, y Willey y García Prada, 1939.
Construcción de suelo agrícola chinampero
El primer método de “construcción de chinampas” consistía en el amontonamiento sucesivo de “céspedes”, tierra y lodo, sobre el suelo pantanoso. Es probable que este suelo estuviera cubierto de vegetación acuática arraigada en el fondo (tules y otros), en cuyo caso ésta debió actuar como una especie de “cimiento” vegetal de la chinampa. El paso final, en éste como en los otros métodos, era el de la plantación de estacas vivas de ahuejote. El único instrumento utilizado era una “coa” con largo mango, que en el siglo XIX tenía ya hoja de metal muy afilada y servía para cortar los fragmentos del enfajinado vegetal, atapalacatl o césped, además de la canoa y del gancho de madera llamado “garabato”, con el que se jalaba a través del agua a las tiras desde la ciénaga hasta el lugar de construcción de la parcela artificial. Este primer método, registrado en fuentes del siglo XVI, continuó en uso y sin aparentes cambios al menos hasta el siglo XIX.
Se experimentaron algunos cambios en lo que respecta a las dimensiones de las parcelas y a su orientación y alineación en el espacio regional. Las chinampas prehispánicas y del periodo colonial eran más angostas que las hechas posteriormente: de menos de dos hasta cuatro y seis metros de ancho (Rojas, 1984:38-39). Las que conocemos por documentos y descripciones de los siglos XIX y XX suelen ser más anchas, variando de tres a nueve metros, llegando incluso hasta los 14 metros. (Tenemos documentos de tenencia de chinampas que expresan esas dimensiones.)
Teresa Rojas Rabiela. Etnohistoriadora. Obtuvo su doctorado en la UIA. Investigadora de CIESAS. Ha publicado obras sobre la agricultura de Mesoamérica en el siglo XVI, las chinampas y las obras hidráulicas en la Cuenca de México y la organización laboral prehispánica.
Rojas Rabiela, Teresa, “Las chinampas de México: métodos constructivos”, Arqueología Mexicana, núm. 4, pp. 48-51.
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