Paisajes rituales del Altiplano central. Dioses y urbanismo
En su época de esplendor, el urbanismo mexica se desbordó por toda la Cuenca de México para crear una red de lugares de culto: un “paisaje ritual”. En la cosmovisión mexica, la religión formaba una unidad con la vida social, política y económica, así como con el entorno natural. Los cerros y elevaciones que circundaban la Cuenca eran sitios de culto asociados con relieves, petrograbados y templos esculpidos en la roca: entrada al inframundo acuático (en los códices, el cerro se representa cubierto por la piel del lagarto) y reflejo especular en la Tierra de los rumbos del universo. En el espacio ritual de la Cuenca se encontraban santuarios del dios de la lluvia tallados en piedra y distribuidos de tal manera que formaban parte de un cosmograma, cuyo punto central era la pirámide de Tlaloc, en el Templo Mayor de México-Tenochtitlan.
La capital del imperio mexica fue una ciudad densamente poblada, de un urbanismo compacto que albergaba innumerables palacios y templos. El recinto del Templo Mayor de Tenochtitlan, que según fray Bernardino de Sahagún constaba de 78 edificios, fue el centro religioso del imperio, símbolo de poder del Estado mexica. La gran pirámide doble estaba adornada con esculturas monumentales integradas a la arquitectura.
La interacción con la naturaleza fue de primordial importancia. El urbanismo desbordaba los límites de la capital, Tenochtitlan, e incorporaba a la Cuenca de México regiones aledañas en una red de lugares de culto donde los mexicas hicieron construcciones y monumentos que sólo adquieren significado si son vistos como parte de un conjunto: un “paisaje ritual”. Este paisaje cultural fue creado durante el siglo XV, cuando los mexicas tomaron posesión de los espacios políticos de la Cuenca de México.
Johanna Broda. Doctora en etnología. Investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, y maestra de la División de Estudios Superiores de la ENAH.
Broda, Johanna, “Paisajes rituales del Altiplano central. Dioses y urbanismo”, Arqueología Mexicana, núm. 20, pp.
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