Las otras imágenes de Coyolxauhqui
La Coyolxauhqui de la etapa IVa-1 mide 146 cm de este a oeste, 203 cm de norte a sur y 9 cm de alto (López Austin y López Luján, 2009). Se trata de una efigie femenina adherida con mezcla a la cara superior de la plataforma. Está integrada por ocho piezas de basalto negro y poroso, todas recubiertas de una fina capa de estuco: dos pertenecen al torso, una a cada brazo y dos más a cada pierna. La imagen está decapitada y desmembrada como su sucesora monolítica de la etapa IVb; tanto el cuello como los muñones de las extremidades tienen el clásico motivo ondulado del corte a cercén. Carece de cabeza. Quizá nunca la tuvo, pues el cuello topa con el peralte del primer escalón de la pirámide. Pero también es posible que su cabeza estuviera colocada sobre una grada de la escalinata o en la cumbre del edificio. El cuerpo de la diosa está desnudo, salvo las partes cubiertas por pulseras y sandalias. Aunque los hombros y las clavículas están colocados simétricamente, como si el cuerpo hubiera sido representado de frente, el resto del torso se gira hacia la derecha, mostrando su perfil izquierdo. Se observan, en consecuencia, el seno (con pezón al estilo mexica) y el glúteo de ese lado. En concordancia, el muñón de la pierna izquierda aparece en primer plano y el de la derecha en segundo. El vientre flácido posee ocho pliegues, en tanto que el sexo está marcado en el estuco por medio de una fina incisión vertical. Las cuatro extremidades se encuentran separadas del torso, exponiendo las cabezas de húmeros y fémures. Los brazos están semiflexionados, con el codo hacia abajo. El brazo izquierdo muestra el dorso de la mano, aunque éste correspondería a una mano derecha. Los dedos están separados y tienen marcadas las uñas. La otra mano ya no existe. En ambas muñecas hay brazaletes rectangulares lisos. Las extremidades inferiores también están semiflexionadas y exhiben sus flancos externos. Las rodillas y los maléolos (tobillos) están figurados en forma naturalista. Los dedos de los pies tienen uñas. Finalmente, las sandalias tienen claramente representadas las suelas, las taloneras y los nudos de amarre.
Es lógico suponer que las etapas subsiguientes del Templo Mayor –la V, la VI y la VII— alguna vez contaron con sus propias y cada vez más espectaculares imágenes de Coyolxauhqui. Así nos lo hacen suponer los fragmentos de dos monolitos discoidales que han sido recuperados en el área a lo largo del tiempo y que han sido identificados correctamente por Matos Moctezuma (1991, pp. 25- 26, 29). Presumiblemente, éstos habrían sido destruidos por los españoles tras la caída de Tenochtitlan.
Por un lado, se encuentran los cuatro fragmentos de una escultura gigantesca tallada en andesita rosa, los cuales se exhiben actualmente en la sala 8 del Museo del Templo Mayor (inv. 10-264604). Este conjunto fue descubierto por Matos Moctezuma en 1980, en la plaza que se localiza inmediatamente al sur del Templo Mayor y a poca profundidad de la superficie. Se trata claramente de una imagen en bajorrelieve de Coyolxauhqui, representada de perfil e inscrita en un gran círculo. Dos de dichos fragmentos (uno de 141 x 99 x 33.5 cm y otro de 97 x 45 x 33.5 cm) pertenecen al penacho: muestran arreglos de plumas cortas y largas con chalchihuites, enredados con sartales de discos, cascabeles y un disco solar, además de una serpiente con cuerpo anillado y crótalo que desciende hacia donde estaría la cara de la diosa. Otro fragmento (134.5 x 129 x 26.5 cm) corresponde a parte del brazo izquierdo y del torso. El brazo tiene el mascarón de un ser telúrico sobre el codo y una –serpiente de dos cabezas– anudada en el antebrazo. El torso, por su parte, está desnudo y luce un collar de cascabeles. El motivo ondulado del corte a cercén nos indica la herida que está siendo inflingida a la diosa por una xiuhcóatl o serpiente de fuego, arma mítica que penetra a la altura del corazón (véase en este número la traducción de Alfredo López Austin del mito del nacimiento de Huitzilopochtli). La xiuhcóatl está conformada por una serie de trapecios y por un rayo rematado con diminutas flores de pericón. En la parte inferior de este mismo fragmento se observa un enredo o falda, asida a la cintura por una serpiente con cuerpo anillado. El cuarto fragmento (107 x 99 x 26.5 cm) nos muestra el pie derecho, con cinco dedos y uñas bien figuradas. Lleva una sandalia decorada con una flor y cuya talonera tiene triángulos isósceles (itzcactli o “sandalias de obsidiana”), así como ajorcas de bandas transversales y caracoles del género Polinices (Norma Valentín, comunicación personal, abril de 2008). A la altura de la pantorrilla está anudada otra maquizcóatl y un par de elementos curvados que salen de la espinilla. Más arriba y cubriendo la rodilla, se adivina el mascarón de un ser telúrico.
Del otro gran monolito de andesita rosa únicamente subsistió un fragmento (63 x 83 x 34 cm), hoy día bajo resguardo en la bodega del Museo del Templo Mayor. Aunque se desconoce su procedencia exacta, es importante señalar que estuvo expuesto al público hasta 1978 en el área explorada por Manuel Gamio en 1913 y ampliada por Hugo Moedano en 1948, es decir, en la esquina suroeste del Templo Mayor (Matos, 1991, pp. 25, 29). El fragmento tiene un bajorrelieve en su cara superior que representa la cabeza de perfil. Arriba se observa parte de un fleco o tocado de tela, adornado con plumones circulares. De allí desciende la cabeza de una serpiente con cuerpo anillado. Más abajo, se perciben la ceja y el ojo derechos de la diosa, así como parte de su nariz.
En forma tentativa, pudiéramos agregar a estos cuatro monolitos de Tenochtitlan un interesantísimo fragmento de grandes proporciones (237 x 175 x 35 cm) que procede de Texcoco, ciudad cuyo dios patrono también era Huitzilopochtli. Dicho fragmento se exhibe en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología (inv. 10- 1142). Se trata de la imagen de perfil de una divinidad femenina y con el torso desnudo que en fechas recientes ha sido identificada por Michel Graulich (2005) como una posible Coyolxauhqui. De acuerdo con el connotado investigador belga, la diosa de Texcoco fue plasmada en una posición semejante a la de la Coyolxauhqui de la etapa IVb, y cuenta igualmente con un complejo penacho y con sandalias decoradas a base de triángulos isósceles (itzcactli). En la base de la espalda se localiza de manera significativa un disco solar, dotado del anillo, el cono de papel y la cruz de Malta propios de las deidades de la muerte. Hay que advertir, empero, que esta diosa no está desmembrada y que carece tanto de mascarones de seres telúricos como de serpientes con dos cabezas.
Imagen: Izquierda: Coyolxauhqui de la etapa IVa-1 y las esculturas asociadas. Derecha: Coyolxauhqui de la etapa IVa-1. Foto: Boris de Swan / Raíces. Información: Francisco Hinojosa y Leonardo López Luján. Dibujo: Julio Emilio Romero. Cortesía PTM-INAH.
Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Universidad de París Nanterre, director del Proyecto Templo Mayor INAH y miembro de El Colegio Nacional.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
López Luján, Leonardo, “Las otras imágenes de Coyolxauhqui”, Arqueología Mexicana, núm. 102, pp. 48-54.