Dentro del complejo mundo de seres serpentinos que se representaron en códices, cerámica, esculturas, relieves, tallas de madera o en diversos elementos arquitectónicos, las imágenes de serpientes de dos cabezas han llamado la atención de los especialistas dedicados al estudio de los animales mesoamericanos.
Este artículo presenta los trabajos de conservación-restauración realizados en tres de los cuatro asentamientos del corredor ecoarqueológico Paamul II: Garra de Jaguar, Ocho Balas y Las Manitas, aledaños al tramo 5 sur del Tren Maya. Se expone un panorama general de los procesos y criterios aplicados, los hallazgos registrados a partir de la intervención, así como la importancia de la colaboración interdisciplinaria.
La intensa vida ritual de la capital altiplánica no sólo se refleja en las complejas ceremonias plasmadas en el arte escultórico, sino también en las ricas ofrendas inhumadas en los principales edificios públicos. De uno de estos contextos procede un conjunto inusitado de animales marinos traídos desde las lejanas costas del Océano Pacífico. Las estrellas, junto con los corales, las almejas y los caracoles ocupan allí un lugar de privilegio.
Las serpientes de agua ocupan un lugar especial en el Códice Florentino de fray Bernardino de Sahagún, pues la descripción de estos reptiles se encuentra en el mismo capítulo donde aparecen lagartos, sapos o, incluso, mamíferos como la nutria o el fantástico ahuítzotl. La razón de esta clasificación es porque estos seres acuáticos no son comestibles, a diferencia de los peces, camarones, tortugas y renacuajos que sí lo son, y que llegan a ocupar párrafos anteriores en el mismo libro undécimo.
Las precipitaciones sólo eran bienvenidas cuando se registraban en cantidades adecuadas y en momentos precisos. Si no lograban conjugarse ambos factores, las consecuencias podían ser funestas y desembocar en hambrunas, mortandades o migraciones.
Estos mitos pueden clasificarse en dos grandes categorías: la inmolación de una persona en una enorme hoguera, como se narra en los mitos del Norte de México y en náhuatl –desde los tiempos prehispánicos–, o el ascenso al cielo de dos hermanos o gemelos extraordinarios, como se cuenta en Oaxaca y en Veracruz.
Los instrumentos mesoamericanos pertenecen a los dos grupos de percusión: idiófonos y membranófonos, así como a las distintas formas de aerófonos. La existencia de cordófonos, como el arco musical (arma de caza y guerra), no se ha demostrado por falta de pruebas arqueológicas concluyentes.
El estilo de Tulum y Santa Rita se aleja del naturalismo que caracterizó al arte maya del Clásico; predominan esquemas más abstractos para las representaciones de la figura humana y de otros objetos.
Los espacios cerrados de Peralta, al coexistir con las típicas plazas abiertas de la conocida arquitectura mesoamericana, representan una cultura poco conocida y evocan sociedades prehispánicas agrícolas propias del Bajío.
El estudio del politeísmo mexica a partir de la iconografía contribuye a un mejor conocimiento tanto de la estructura y el funcionamiento de la cosmovisión como de la organización social y política de ese pueblo.