Tras su nacimiento exitoso, el recién llegado era el centro de atención y le dedicaban tanto ceremonias sociales como religiosas. Era visitado por familiares y amigos que le llevaban presentes y le dedicaban palabras de bienvenida. Al mismo tiempo se convocaba al especialista en la lectura de los destinos para que indicara cuál sería su signo.
Bienvenida al grupo
El recién nacido era objeto de ceremonias de recibimiento en las que se pronunciaban otra vez discursos en que se le manifestaba el contento por su llegada, y en otros se reconocía el mérito de la madre en haber logrado un alumbramiento exitoso, el haber ganado una batalla. Se hacían además alocuciones al padre y a quienes tenían a su cargo el cuidado del niño. En su Historia general de las cosas de Nueva España, Sahagún indica claramente que las bienvenidas en las que se pronunciaban elocuentes palabras, se hacían ricos regalos e incluso se acudía de otros pueblos, o se enviaban mensajeros, estaban destinadas a hijos de la nobleza. En caso de la gente común las cosas habrían sido más sencillas, si bien igualmente un viejo dirigía palabras a la criatura, a la madre, al padre y a otros familiares, su sentido particular era distinto en razón de la diferente posición social.
En este negocio de saludar a los niños que están en la cuna y a sus padres no tiene medida, porque dura diez y veinte días el saludarlos. Cuando los que son saludados son principales, y señores los que saludan, danlos presentes de mantas ricas; y si la criatura es hembra, dan na [sic] naoas y huipiles, hasta veinte o cuarenta. Y esto llaman ixquémitl, que quiere decir “ropa para envolver al niño”. Entre los que no son señores, sino gente honrada o rica, llevan una ma[n]ta y un maxtli, o unas naoas y un huipilli si es hembra la que nació. Y los que son de baxa suerte usan hacer esta salutación presentando comida y bebida.Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, lib. VI, cap. XXXV.
Cuando pare alguna mujer de la gente común saludan al niño y a la madre y a los viejos y viejas de la manera que se sigue, con que antes ponen al niño esento en el regazo de la madre, para que le vea el orador. Y luego él dice:
Seáis muy enhurabuena venido, nieto mío e hijo mío –y si es hembra dice “nieta mía e hija mía”–, habéis venido a este mundo de nuestro señor, donde hay tormentos y lloros, lugar de descontentos y desasosiegos, donde hay calor y frío y viento, donde hay sed y hambre, y donde el frío aflige.
Seáis muy bien venido. Habéis os cansado y fatigado. Vuestro cuerpo y vuestros huesos recebirán tormento y fatiga. Buscaréis con gran diligencia y fatiga lo que habéis de comer y de beber con estremada pobreza. Recebirán cansancio y fatiga vuestros huesos y vuestro cuerpo.
Levantarse os han los cueros de las piernas y de las manos. Llagaros han las espinas y las zarzas. Nieto mío, todas estas cosas habéis de sufrir si algunos días de vida nuestro señor os diere en este mundo. Pluguiese a Dios esto, nieto mío, tamañito como estás te llevarse para ti. Y si no pluguiere a Dios esto, el cual está en todo lugar, y por quien todos vivimos, y conoce los corazones y adorna con dones, si por ventura dios te diese vida, ¿qué ventura traes contigo? ¿Qué dones te fueron dados? Él levanta, por cierto, del estiércol a quien quiere. ¿Por ventura serás algo? ¿Por ventura te levantará? ¿Por ventura serás algo en la guerra, que es lugar donde nuestro señor señala a los que han de ser algo? Allí escoge y ordena a los que han de ser piedras preciosas y plumas ricas. O por ventura tendrá por bien nuestro señor que seas algo en el mundo, quiere decir, o será rico labrador, o rico mercader. Esperenos en nuestro señor que está en todo lugar. Por ventura, si vivieres un poco sobre la tierra, o tendrás alguna buena ventura o has de ser aborrecido de todos, has de ser perseguido de todos, o por ventura tu ventura es que seas dado a los deleites carnales o a los latrocinios y hurtos. Por ventura has de ser ajusticiado por tus pecados para que otros tomen castigo de ti, siendo sentenciado a muerte, para que te sea quebrada la cabeza entre dos piedras, o seas apedreado, o quemado, o ahogado, o ahorcado. Nieto mío, hijo mío, seáis bien venido. No sabemos qué es la voluntad nuestro señor cerca de ti, ni sabemos qué ventura traes contigo. Esperemos a ver lo que hará nuestro señor. Descansa y reposa, hijo mío. Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, lib. VI, cap. XXXV.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique, “Bienvenida y lectura del destino”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 75, pp. 30-35.