El ahuítzotl y el perro
La confusión entre el ahuítzotl y otros animales se facilita, sin duda alguna, por la similitud de rasgos, pero principalmente por la forma iconográfica que adoptaron los artistas prehispánicos. En efecto, muchas de las veces, aunque no en todas, el ahuítzotl es representado mediante la imagen de un perro con un chorro de agua sobre el lomo. Sería arriesgado afirmar si esta manera de hacerlo obedece a una solución estilística, o si el ahuítzotl se concebía indistintamente con cuerpo de nutria y perro. Por ser un animal mítico, la segunda opción puede ser una hipótesis válida, sobre todo si tomamos en cuenta que también los perros participaban de la idea, muy extendida en Mesoamérica, de ser peatones del inframundo. Recuérdese que entre los nahuas prehispánicos, como entre los huicholes contemporáneos, los perros acompañan a los difuntos por los ríos subterráneos. Pero aunque estas imágenes provengan o no de un canino, las representaciones siempre aparecen ligadas al tlatoani mexica Ahuítzotl, por lo cual no existe ningún motivo para llamarlo perro de aguas, a menos que dicho gobernante también se llamara Aizcuintli o Nutria. Esto sería ridículo y se estaría cometiendo una doble pifia en el sentido figurado y etimológico del término.
En efecto, el gobernante mexica, antecesor de Moctezuma II, se distinguió por encarnar las cualidades de nuestro personaje, y logró expandir los dominios de su reino como ningún otro. Gracias a su agresividad y combatividad, pudo someter a más de 45 pueblos, desde la Huasteca hasta Guatemala y, al igual que el pequeño ahuítzotl, capturaba prisioneros para sacrificarlos a los dioses. Por eso las virtudes combativas que conlleva este nombre siguen siendo aplicadas en la actualidad a los graniceros que ahuyentan las tormentas y atraen las lluvias en el Estado de México, y hemos de recordar que también inspiraron a Vicente Riva Palacio para llamar a su periódico El Ahuizote (1874-1876), que se anunciaba con el lema: “Un semanario feroz aunque de buenos instintos”.
En cuanto al significado del nombre sigo a Ángel Ma. Garibay cuando lo traduce como “espinoso del agua”, de la raíz -a; de atl, agua; huiztli, espina, y la terminación -otl, derivada de yotl, cualidad o esencia (Garibay, 1965, p. 153). Este apelativo debió de surgir de la imagen que proyectaba el ahuítzotl cuando salía mojado a la superficie y se le ponían los pelos de punta al sacudirse el agua.
En conclusión, varios fueron los animales que contribuyeron a forjar la leyenda del fantástico ahuítzotl, entre los que destacan el tlacuache, el perro y principalmente la nutria. Sin embargo, no debemos identificarlo necesariamente con ninguno de ellos. En todo caso, el ahuítzotl es una síntesis elaborada a partir de esas especies en concordancia con una compleja visión del mundo, entendido como un espacio poblado y dominado por infinidad de seres que compartían la existencia de los seres humanos: dioses, espíritus, duendes, encantos, etc.
Yuri Escalante Betancourt. Licenciado en etnohistoria por la ENAH. Responsable del Departamento de Asuntos Religiosos y Peritajes Antropológicos del Instituto Nacional Indigenista.
Escalante Betancourt, Yuri, “El ahuítzotl. Animal asesino del agua”, Arqueología Mexicana, núm. 35, pp. 57-61.
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