El tonalpohualli

Enrique Vela

Es uno de los elementos característicos de los pueblos mesoamericanos. Estaba formado por 20 trecenas, que dan un total de 260 días. Cada día de este ciclo tenía su nombre propio, que constaba de dos elementos combinables: un número de la serie 1-13, y un signo de la serie vigesimal cipactli-xóchitl entre los nahuas. Las dos series se sucedían cíclicamente, y los 260 días del ciclo completo (13 por 20) correspondían en cierto modo a nuestra semana (pues había 260 nombres de día diferentes). Cada uno de ellos comenzaba con un día nombrado por el número 1 y por uno de los 20 signos. Cada trecena era regida por un dios patrono y las características atribuidas al día en que empezaba determinaban las de todo el periodo. Este ciclo, cuyo origen preciso se desconoce (aunque es probable que estuviera relacionado con los ciclos conjuntos del Sol, la Luna y el planeta Venus), era utilizado primordialmente con propósitos religiosos y adivinatorios.

Cosas del destino

Como se creía que el carácter de una persona y su suerte en la vida estaban asociados al transcurso del calendario sagrado de 260 días, el tonalpohualli, se hacía venir a un especialista en consultarlo, al que se conocía como tonalpouhqui, “el lector de los destinos”. Lo primero que hacía era averiguar el momento en que había nacido (de noche o de día, si antes o después de la medianoche). Esto era importante pues permitía establecer a qué signo correspondía el día del nacimiento, y al parecer para estos efectos se consideraba que el nuevo día comenzaba a la medianoche. Si por ventura la criatura había nacido en la medianoche, su suerte estaría ligada a ambos signos “al del día pasado y al del día que vendría”.

Con esta información, el especialista consultaba el tonalpohualli, determinaba cuál era la combinación (de 20 signos de los días con 13 números) que correspondía a la criatura, e informaba a los padres cuáles serían su suerte, sus virtudes, sus defectos, y terminaba con la sentencia “Desde aquí a cuatro días se baptizará”. Cuando ocurría que el sino que se esperaba para la criatura en función de su fecha de nacimiento no era muy bueno o era de plano nefasto, el tonalpouhqui buscaba una solución, que consistía en fijar el día del bautizo en una fecha con una combinación que le fuese favorable. Al parecer esto podía hacerse sólo escogiendo un día en la misma trecena a que correspondía la combinación original. Por sus servicios se invitaba a comer al lector de los destinos y además recibía mantas, gallinas y otros alimentos

 

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.

 

Vela, Enrique, “El tonalpohualli”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 75, pp. 32-33.