Ahora, si bien al hablar de conchas y caracoles para la época prehispánica suelen contemplarse los procedentes de los ambientes marinos, cierto es que también fueron utilizadas varias especies de aguas dulces. Aquí destaca la sociedad tolteca, cuya población aprovechó de manera sobresaliente esos recursos y cuya obtención parecería más sencilla que la de los mares, aunque su distribución actual no descarta la existencia de redes de intercambio, tal como sucedió con aquéllas.
Es mayoritario el uso de conchas nacaradas, principalmente del género Nephronaias, con las que se hicieron teselas. Quizá el ejemplo mejor conocido de este fenómeno sea la pieza de cerámica exhibida en la Sala Tolteca del Museo Nacional de Antropología, identificada como el Guerrero Coyote o el Coyote Emplumado y recubierta con mosaicos iridiscentes de concha. Además, en los proyectos arqueológicos desarrollados en la región de Tula, en el estado de Hidalgo, es común encontrar valvas completas, otras en proceso de modificación, así como objetos terminados elaborados con los géneros mencionados.
Imagen: El Guerrero Coyote; proviene de El Corral, Tula. Museo Nacional de Antropología. Foto: Archivo Digital de las Colecciones del MNA. INAH-CANON.
Luis Gómez Gastélum. Doctor en antropología por la ENAH. Investigador de la Universidad de Guadalajara, adscrito al Centro Universitario de Tonalá en el Departamento de Ciencias Sociales y Disciplinas Filosóficas, Metodológicas e Instrumentales.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Gómez Gastélum, Luis, “El valor de los objetos de concha”, Arqueología Mexicana, núm. 161, pp. 43-38.