Piedra de Tízoc. La historia

Alfredo López Austin, Leonardo López Luján

La historia póstuma de la Piedra de Tízoc

Hoy sabemos que la Piedra de Tízoc era un instrumento idóneo para las crudas permutas entre hombres y dioses. A su función ritual nos hemos referido en el libro Monte Sagrado-Templo Mayor, identificándola como uno de los dos grandes cilindros de piedra que formaban un par litúrgico en el patio del Templo de Yopico, complejo dedicado al dios Xipe Tótec y ubicado en el extremo meridional del recinto sagrado de Tenochtitlan. Ambos cilindros estaban destinados al tlahuahuanaliztli o “rayamiento”, ritual mejor conocido como “sacrificio gladiatorio”. Uno de ellos, el temalácatl, era la breve palestra donde luchaba el cautivo mal armado contra los guerreros sacrificadores. El otro, el cuauhxicalli, recibía su cuerpo herido para la irremisible extracción del corazón y la subsecuente ofrenda de sangre al Sol y a la Tierra. La piedra de nuestro estudio era un cuauhxicalli, pues carece de la espiga central que las fuentes atribuyen al temalácatl, elemento adecuado para atar la cuerda que sujetaba al cautivo.

Estos impresionantes cilindros servían también como verdaderos memoriales que glorificaban las hazañas de cada soberano, pues consignaban en sus cantos tanto las conquistas heredadas como los triunfos propios. Esto explica la obsesión mexica por renovar constantemente el cuauhxicalli, el temalácatl o ambos, dando fe del paulatino engrandecimiento del imperio.

 

Alfredo López Austin. Doctor en historia por la UNAM e investigador emérito de la misma institución.

Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris X-Nanterre y profesor-investigador del INAH.

López Austin, Alfredo, y Leonardo López Luján, “La historia póstuma de la Piedra de Tízoc”, Arqueología Mexicana, núm. 102, pp. 60-69.