El monolito de Coyolxauhqui. Investigaciones recientes
Los codos, las rodillas y los talones de Coyolxauhqui están provistos de los conocidos mascarones con rostro blanco, órbita ocular y párpados azules, encía roja y colmillos blancos comunes a las deidades terrestres como Tlaltecuhtli en su versión femenina, que han sido interpretados como una especie de conjuro para evitar la entrada de males al cuerpo (Matos 1997, p. 49); también los vemos en seres estelares como las tzitzimime. Los correspondientes a las taloneras carecen de encía y los colmillos son rojos.
Para finalizar, las serpientes que se encuentran atadas a brazos y piernas, en el tocado y formando el cinturón, son de la especie Tantilla cf. annulata o falsas coralillos. Todas tienen cuerpo azul segmentado por los característicos anillos, cabezas rojas, ojos azules, dientes delanteros y colmillos traseros blancos, y tres de ellas despliegan sus lenguas bífidas rojas. Salvo la del cinto y la del tocado, el resto tiene el cuerpo delimitado por una franja roja que simula la zona ventral. La serpiente del cinto posiblemente represente un máxtlatl, lo cual refuerza el carácter de Coyolxauhqui como una mocihuaquetzqui, guerrera valiente que porta prendas masculinas.
Cihuatéotl, ocasionalmente, y Tlazoltéotl, predominantemente, están asociadas a serpientes de cuerpo anillado que en el relieve de Coyolxauhqui son esencialmente diferentes, pues de acuerdo con Sahagún: “Hay una culebra en esta tierra que tiene dos cabezas: una en lugar de cabeza, otra en lugar de la cola, y llámase maquizcóatl; tiene dos cabezas...” (Sahagún, 1956, t. 1, p. 270), cuyo augurio significaba la muerte. El cuerpo de Coyolxauhqui se encuentra atrapado por estas terribles serpientes de dos cabezas, lo cual se suma al resto de los símbolos de muerte que la identifican, pero este hecho alcanza un significado todavía más trascendental: “Al cuarto y más pequeño llamaban Omitecutli y por otro nombre, Maquizcóatl y los mexicanos le decían Huitzilopochtli” (Historia de los mexicanos por sus pinturas, 1965, p. 23). Así, esta enigmática serpiente maquizcóatl se convierte en la firma indeleble de Huitzilopochtli quien, para engrandecer aún más su fuerza solar sobre los poderes nocturnos que Coyolxauhqui representa, le deja como marca y sentencia de muerte.
Lourdes Cué. Historiadora del arte, coordinadora de Publicaciones del Museo del Templo Mayor, INAH.
Fernando Carrizosa Montfort. Arqueólogo, curador del Museo del Templo Mayor, INAH.
Norma Valentín Maldonado. Bióloga, Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, INAH.
Cué, Lourdes et al., “El monolito de Coyolxauhqui. Investigaciones recientes”, Arqueología Mexicana, núm. 102, pp. 42-47.