Los quinametin
El 10 de febrero de 2020 se inauguró el Museo Paleontológico Santa Lucía Quinametzin. Gracias a las obras de construcción de un nuevo aeropuerto, en las cercanías del antiguo lago de Xaltocan, se descubrieron un buen número de restos fósiles de mamuts, que formaron el núcleo de las exposiciones del museo citado. Fue un extraordinario hallazgo, que vino a enriquecer nuestro conocimiento de la megafauna del Pleistoceno que habitó, hace miles de años, en las cercanías de la cuenca lacustre del Altiplano Central, conjunto de lagos ahora casi desaparecidos, debido al constante crecimiento de los asentamientos urbanos de la Ciudad de México y sus alrededores.
Al museo se le dio el nombre de Quinametzin, que significa “el venerable gigante”. La asociación de los restos óseos prehistóricos –particularmente de mamuts– con los enormes seres primigenios de la cosmovisión nahua es antigua. Como afirma Eduardo Matos Moctezuma, no fue sino hasta la publicación del libro Prehistoria de México (1923) cuando su autor, el obispo Francisco Plancarte y Navarrete, propuso que la presencia de enormes huesos hallados en diversos sitios no provenían de gigantes, sino de una muy antigua fauna extinta. De esta forma se deslindaban las erróneas creencias populares de los análisis paleontológicos.
Y, ¿quiénes fueron los quinametin? La información etnohistórica ubica estos gigantes en los ámbitos de los orígenes, vinculados a las primeras eras cosmogónicas. En una de ellas rigió Chalchiuhtlicue (la de la falda de jade). Fue una edad acuática asociada a ríos, manantiales y lagos. A los gigantes que existieron en este tiempo se les llamó tzocuilicxicque (¿los de los pies pegados, incompletos, torpes, sudorosos o sucios?), lo que parece indicar que, a pesar de su tamaño y extraordinario vigor, sus pies eran débiles, pues tenían la propensión a caerse fácilmente.
Pero otra asociación importante de los quinametin fue con el Sol o era cuyo signo fue 4 jaguar (nahui océlotl), nombrada como Tlalchitonatiuh. Las características que describen las fuentes de esta edad se asocian con Tezcatlipoca, las actividades nocturnas, la tierra, el color negro, el norte y la construcción de antiguas edificaciones y, de manera importante, éste es el tiempo de los gigantes, que se alimentaban de piñones o bellotas. Según uno de los relatos, al final de esta era los quinametin fueron devorados por jaguares, con lo que dio inicio un nuevo Sol.
Otro aspecto que se enfatiza sobre los gigantes fue su asociación con las piedras. Alfredo López Austin (2019) ha analizado particularmente los mitos otomianos, donde existe la creencia de que dentro de las piedras moran seres gigantescos, quienes, al terminar sus actividades nocturnas, se petrifican, cuando canta el gallo en la madrugada y sale el Sol.
Imagen: Exhibición de restos de megafauna pleistocénica. Museo Regional Michoacano, Dr. Nicolás León Calderón, Morelia. Foto: Xavier Noguez. El Sol de agua. Códice Vaticano A o Vaticano Latino 3738, f. 4v. Foto: Marco Antonio Pacheco/ Raíces.
Xavier Noguez. Licenciado y maestro en historia por la UNAM. Doctor en estudios latinoamericanos por la Universidad de Tulane. Profesor-investigador de El Colegio Mexiquense. Sus áreas de investigación son los códices del Centro de México y los orígenes de la tradición guadalupana. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Noguez, Xavier, “Los quinametin”, Arqueología Mexicana, núm. 181, pp. 12-15.