Huitzilopochtli fue el dios patrón de los aztecas, el pueblo que salió de Aztlan para fundar Tenochtitlan, momento a partir del cual, los aztecas abandonaron su antiguo apelativo para tomar el de tenochcas o mexicas-tenochcas, de acuerdo con su nuevo lugar de asentamiento.
María Castañeda de la Paz, Manuel Hermann, Patricia Ledesma
Las fuentes históricas tenochcas son discordantes en cuanto a la fecha de la fundación de Tenochtitlan, lo cual en muchas ocasiones tiene que ver con la yuxtaposición de documentos en una misma obra, que funden varias tradiciones. No obstante, en su mayoría concuerdan al decir que Tenochtitlan se fundó en el año 2 casa (ome calli).
Patricia Ledesma Bouchan y Manuel A. Hermann Lejarazu
La salida de Aztlan, el largo viaje que duró siglos y la épica fundacional que llevó al establecimiento de la ciudad de Tenochtitlan durante el primer cuarto del siglo xiv (ca. 1325), son parte neurálgica del gran relato que trasmitieron los mexicas a los pueblos que cayeron bajo su dominio.
La investigación arqueológica en el barrio tlatelolca de Tolquechiuca, motivada por la construcción de un edificio en la colonia Guerrero, Ciudad de México, revelo la existencia de una aldea lacustre de filiación teotihuacana fechada entre 450-650 d.C., que evidencia vínculos culturales y económicos con otros asentamientos en el área antes de la llegada mexica.
En febrero de 2010 se cumplieron 32 años de un hallazgo excepcional: la monumental escultura de la diosa Coyolxauhqui. En este número se pone al alcance de los lectores los testimonios de arqueólogos, historiadores, historiadores del arte, biólogos, entre otros especialistas.
Esta entrega de Arqueología Mexicana busca poner al alcance del público un panorama sobre las pirámides, e incluye reflexiones sobre su papel en la configuración y reiteración de una cosmovisión en la que son vistas como representaciones de montañas sagradas que simbolizan el centro del universo.
La elección de este tema para nuestra edición regular número 100 no es casual; buscamos conmemorar la efeméride con esta especie de alance sobre la importancia de nuestras raíces indígenas en el México actual.
Este número se ocupa de la relación entre las crónicas novohispanas y los trabajos arqueológicos. Para ello, se presentan artículos sobre cinco importantes ciudades prehispánicas: Tenochtitlan y Tlatelolco (ciudad de México), Cempoala (Veracruz), Tzintzuntzan (Michoacán), Mitla (Oaxaca), T’hó/Mérida (Yucatán).
Moctezuma Xocoyotzin, el último de los tlaloque mexicas que ejerció en plenitud los inmensos poderes que le confería ser la cabeza del Estado mesoamericano más poderoso de su época, transitó con su imperio, en el plazo de unos meses, del esplendor al ocaso.
El territorio sonorense ha sido a lo largo de decenas de miles de años escenario de desarrollos culturales que se han distinguido por su persistencia, por su notable habilidad para adaptarse a un medio ambiente en mucho hostil y demandante.
La antigüedad de los dioses de la lluvia les otorga poderes particulares: ellos son los que dan el valor y el mando, son los guardianes de la tradición. Los dioses de la lluvia mesoamericanos son los dioses autóctonos por excelencia.
Los volcanes se encuentran entre los elementos naturales que mayor influencia tuvieron sobre el desarrollo de las culturas mesoamericanas. En México, los volcanes se han venido estudiando desde ópticas variadas.
De la importancia de la música en el México prehispánico no existe duda alguna. Del papel relevante que desempeñó en los ritos y de su innegable talante mítico existen numerosos testimonios en crónicas, códices y pinturas murales.
La pintura maya es de los mejores ejemplos de su género en la época prehispánica. Lo son no sólo por sus innegables cualidades estéticas y por el uso de técnicas de probada eficacia, sino por ser una vía de estudio de numerosos aspectos de la cultura maya.
Zona de frontera entre Mesoamérica y lo que los españoles llamaron la Gran Chichimeca, Guanajuato fue escenario del desarrollo en distintos momentos de sociedades nómadas de cazadores-recolectores, los llamados chichimecas, y de sociedades agrícolas.
La religión es un producto de la actividad cotidiana del hombre. Es el resultado de la necesidad práctica de entender y manejar una realidad compleja compuesta por el medio natural, la sociedad y su propia interioridad.