Dentro del complejo mundo de seres serpentinos que se representaron en códices, cerámica, esculturas, relieves, tallas de madera o en diversos elementos arquitectónicos, las imágenes de serpientes de dos cabezas han llamado la atención de los especialistas dedicados al estudio de los animales mesoamericanos.
Este artículo presenta los trabajos de conservación-restauración realizados en tres de los cuatro asentamientos del corredor ecoarqueológico Paamul II: Garra de Jaguar, Ocho Balas y Las Manitas, aledaños al tramo 5 sur del Tren Maya. Se expone un panorama general de los procesos y criterios aplicados, los hallazgos registrados a partir de la intervención, así como la importancia de la colaboración interdisciplinaria.
La intensa vida ritual de la capital altiplánica no sólo se refleja en las complejas ceremonias plasmadas en el arte escultórico, sino también en las ricas ofrendas inhumadas en los principales edificios públicos. De uno de estos contextos procede un conjunto inusitado de animales marinos traídos desde las lejanas costas del Océano Pacífico. Las estrellas, junto con los corales, las almejas y los caracoles ocupan allí un lugar de privilegio.
Algunas figurillas modeladas de la fase Tzacualli de Teotihuacan fueron interpretadas como representaciones de Xipe Tótec o de su forma ancestral, el dios con máscara.
José Hernández, de Matatlán, desgrana cuatro maíces blancos y les tizna una de las caras, con hollín que toma de la olla, recogiéndolo en un totomostle.
La orientación de los entierros tiene mucho que decirnos, ya que en la época prehispánica los rumbos cardinales estaban relacionados con los lugares del inframundo y con determinados dioses.
En la quinta cara hay un relieve de Tlaltecuhtli, deidad de la tierra que en la tradición escultórica mexica se colocaba en contacto con la superficie.
El culto a los muertos ha existido en todas las culturas, pues el hombre siempre ha realizado ceremonias en su honor las cuales son tan antiguas como la humanidad misma.