La historia prehispánica del territorio de la antigua Itztapalapan se encuentra ligada a los antiguos señoríos de Culhuacan y Mexicalcingo, de los linajes tolteca-chichimeca y mexica.
Incontenible, el cuerpo mesoamericano se desborda proyectándose a la naturaleza completa. Contenido, se imagina y vive como minúsculo cosmos, condenado a desaparecer y reaparecer en un ciclo interminable de renovaciones y reverberaciones
Loa pectorales en forma de triángulo invertido, muchos con complejas escenas mitológicas, constituyen expresiones inigualables de la destreza lograda en el México prehispánico en el trabajo de la concha.
Más allá de las nubes y los vientos, sobre las capas celestes que recorren el Sol, la Luna, Venus y las estrellas, hay un ámbito propio de los dioses. Es otro tiempo, otro espacio, ajeno al aquí y ahora de las criaturas
El infractor sexual difícilmente se libraba del castigo, fuera éste social, que lo estigmatizaría ante los demás, o judicial –que lo llevaría a la muerte.
Al igual que otros pueblos mesoamericanos, los mexicas tenían la costumbre de pintar sus esculturas para conferirles un mayor realismo y mayor legibilidad, pues a través de los colores se realzaban elementos que no habían sido tallados originalmente.
El sacrificio humano es un tema polémico que siempre ha estado en la mesa de discusión. De acuerdo con su origen etimológico, la palabra sacrificium significa hacer o convertir algo en sagrado y consiste en ofrecer una vida mediante su destrucción.
El cráneo decorado con mosaico de turquesa de la Tumba 7 es un objeto sagrado de carácter liminal: evoca el poder de la Diosa Guardiana de los ancestros y representa la facultad de los sacerdotes de comunicarse con los difuntos.