De plumas y pieles

María Olvido Moreno Guzmán

La pintura mural permite aproximaciones a la materialidad, es decir, al desciframiento de las materias primas con las que en algún momento prendas, objetos y muebles representados en las estructuras arquitectónicas estuvieron elaborados. Entre éstas destacan pieles y plumas.

La piel de ciertos felinos se identifica por sus características manchas. Se puede ver en la pintura de Cacaxtla que se usó para confeccionar calzado, faldellines, trajes completos, manoplas y yelmos. En ocasiones se observa con procesos de taxidermia que incluyen extremidades y garras. También encontramos piel manchada en reptiles: tortugas o sapos. En este sitio tales combinaciones resultan en figuras híbridas con mensajes simbólicos. La preciada textura de la piel de los felinos también se empleó en el mobiliario –especialmente en tronos–, o para cubrir objetos, como se ve en la bóveda norte del cuarto 1 de Bonampak. En este espacio, en el muro norte, destacan cuatro individuos con máscaras de seres fabulosos entre los que se han identificado un cocodrilo y un langostino que levanta sus extremidades superiores; las manos y antebrazos se cubren con tenazas, como las de las langostas. Dadas sus dimensiones, no es posible que tales aditamentos fueran del propio animal, es decir, de su duro exsoesqueleto. De haber existido en la realidad ¿cómo se hicieron y con qué materiales? Por la manera en que el personaje los mueve, debieron ser ligeros, posiblemente de cartonería o de una estructura de varillas forrada con un textil o con piel de algún animal.

En la indumentaria mesoamericana también se usó piel y pelaje de otros mamíferos como el venado y el conejo. El análisis formal sólo nos permite inferir, por ejemplo, que los colgantes y la abrazadera de los escudos que sostienen dos individuos del talud oriente del Mural de la Batalla eran de una piel roja curtida. En la Estructura A de Tamuín, los pintores plasmaron sobre el cuerpo de algunos personajes secuencias de pequeñas líneas paralelas. Los especialistas asocian estos trazos con pieles de animales. Identificar plumas que se han desprendido del cuerpo del animal resulta complicado, ya que algunas son similares entre sí, aunque procedan de diferentes especies de aves. A lo largo de toda Mesoamérica y desde el Preclásico, plumas con diversas anatomías engalanaron –bajo un uso simbólico reglamentado– a mujeres, deidades, gobernantes, sacerdotes, guerreros y mercaderes. Entre los objetos plumarios sobresalen los que adornan cabezas de hombres y animales. A la fecha un ejemplar físico se conserva en el Museo del Mundo de Viena y se conoce como el penacho de Moctezuma. Entre sus propiedades se encuentran la combinación de plumas de diversas aves con elementos metálicos, grandes dimensiones, ligereza y dinamismo. Estas características se replican en la pintura mural. El penacho que porta uno de los personajes de la parte baja del muro oeste de Techinantitla, en Teotihuacan, claramente alterna plumas largas verde-azul y rojas, quizás de la cola de guacamayas. En la misma ciudad prehispánica del actual estado de México, en el Conjunto de los Jaguares o en Atetelco, los felinos llevan tocados en los que la representación de las “largas plumas” es menos naturalista pero igualmente elocuente.

 

María Olvido Moreno Guzmán. Restauradora y doctora en Historia del Arte. Titular del seminario “Plumaria de México: arte y tecnología” en la UNAM. Realiza interpretación de la plumaria mesoamericana plasmada en pintura mural.

Moreno Guzmán, María Olvido, “De plumas y pieles”, Arqueología Mexicana, núm. 162, pp. 60-63.