El Tlalocan y el verano constante

Eduardo Matos

Al Tlalocan se le consideraba, como se dijo, un lugar de verano constante al que iban todos aquellos muertos en asociación con el agua: ahogados, hidrópicos, leprosos, por un rayo, etc. Allí residían Tláloc y sus ayudantes, los tlaloques. Resulta interesante constatar que el Templo Mayor de Tenochtitlan está formado por una dualidad vida/muerte, ya que de un lado se encuentra el adoratorio dedicado a Tláloc y del otro el de Huitzilopochtli, dios solar y de la guerra, lo que nos recuerda la dualidad vida/muerte. En el primero están las deidades relacionadas con la fertilidad, la lluvia, el crecimiento de las plantas, etc., y en el otro el numen de la guerra, de la imposición a otros grupos, a quien se sacrificaban esclavos y guerreros enemigos capturados en combate.

Los cuerpos de quienes morían en asociación con el agua se colocaban con las piernas encogidas (posición fetal) y eran envueltos con mantas y adornados con papeles para formar el bulto mortuorio. Se les colocaba semillas de bledo en las quijadas y sobre el rostro, además de pintarles con color azul en la frente, color que está relacionado con Tláloc. En las manos se les ponía una vara y de esa manera eran enterrados para que la tierra (Tlaltecuhtli) efectuara su función devoradora, y la putrefacción se presentaba de manera inminente como parte de ese proceso.

Diversos entierros se han hallado a lo largo y ancho de Mesoamérica que guardan una posición fetal, es decir, con las piernas encogidas y acompañados del ajuar mortuorio. Entre los mexicas lo vemos especialmente en Tlatelolco, ciudad vecina de Tenochtitlan, en donde fue posible excavar cientos de ellos. El hecho de colocarlos en esa posición no es fortuita, se buscaba colocar al individuo en la misma posición que tuvo en el interior de la matriz.

Imágenes: Derecha: Los colores blanco y rojo estaban relacionados con la muerte, como en este bulto mortuorio, en donde predomina el blanco. A la izquierda se ven un atado de papel que serviría para ofrendar a los señores del inframundo, y a la derecha, un bastón de sonajas blanco y rojo. Abajo del bulto mortuorio se ve a Tlaltecuhtli, señor/señora de la Tierra, representado por las fauces abiertas de un saurio, que está devorando al bulto mortuorio y sus ofrendas. Códice Fejérváry-Mayer, p. 17. Foto: The Trustees Of The British Museum. Izquierda: Los bultos mortuorios se muestran en códices del Posclásico Tardío y coloniales tempranos, tanto de la Cuenca de México como de la península de Yucatán. En esta imagen se ve el bulto de un difunto acompañado con tamales, frijoles y papel, entre otras cosas. Códice Magliabechiano, f. 69r. 

 

Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Matos Moctezuma, Eduardo, “Los mexicas y la muerte”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 52, pp. 18-20.