El área de Mesoamérica conocida como Occidente de México incluye los estados actuales de Michoacán, Colima, Jalisco, Nayarit y Sinaloa, a la que a veces se agregan partes de Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas, Durango y Guerrero.
Los paisajes en esta vasta geografía son muy diversos y contrastantes. En el norte se extiende la planicie costera con una serie de lagunas y esteros a la orilla del océano Pacífico y bordeada al este por el abrupto relieve de la Sierra Madre Occidental, de donde bajan los ríos hasta la costa a lo largo de cañones y barrancas. En el centro se introduce el Eje Neovolcánico Transversal, zona templada salpicada de volcanes, entre ellos el de Fuego de Colima y el Ceboruco, y de lagos como los de Cuitzeo, Pátzcuaro y Chapala. En este último desagua el río Lerma, que recorre el paisaje por el norte desde Toluca, y ahí nace el río Santiago que desemboca en el mar. En el sur se levanta, casi desde el océano, la abigarrada Sierra Madre del Sur cortada por el río Balsas y coronada por extensos bosques de coníferas.
Las diferencias geográficas van acompañadas de una gran variedad de recursos naturales que la población prehispánica supo aprovechar tanto para su alimentación como para la elaboración de utensilios y ornamentos; por ejemplo, los moluscos de los esteros y las conchas marinas, la sal de la costa y de algunos lagos interiores, la obsidiana de la región volcánica y el cobre de las cercanías del Balsas medio.
La miríada de lenguas prehispánicas es un indicador de la diversidad cultural que prevaleció en la región; aunque no faltaron tradiciones culturales que se extendieron por amplios territorios, como la cultura Chupícuaro en el Preclásico Tardío (500 a.C.-100 d.C.), cuya cerámica llegó hasta la Cuenca de México, o la tradición de las Tumbas de Tiro que se desarrolló en Jalisco, Nayarit y Colima durante el periodo Clásico (300-600 d.C.).
Posclásico Temprano
Por razones no esclarecidas del todo, como en el resto de Mesoamérica, hacia 900 d.C. se produjeron cambios radicales en la región Occidente, que en algunos casos se manifestaron por el completo abandono de importantes sitios, como Teuchitlán en Jalisco, Tingambato en Michoacán o Plazuelas en Guanajuato, y la desaparición de los complejos culturales que estos lugares representaban. Los territorios al norte del río Lerma fueron ocupados paulatinamente por grupos nómadas y no volvieron a formarse ahí sociedades complejas, pero en la mayor parte del Occidente surgieron nuevos conjuntos sociales basados en la agricultura y ligados con los habitantes de otras regiones de Mesoamérica, con quienes intercambiaron materias primas, manufacturas e ideas. Un rasgo diagnóstico de esta época es el desarrollo de la metalurgia, conocimiento introducido en Mesoamérica por el Occidente desde Centro o Sudamérica.
En la planicie costera del noroeste se fundaron grandes asentamientos humanos, algunos de ellos con zonas ceremoniales compuestas de templos, plazas y juegos de pelota, como el de Amapa, Nayarit, donde artesanos especializados elaboraban vasijas cerámicas decoradas con detalladas escenas tipo códice, vasos de alabastro y otras piezas ejemplares. Este complejo cultural, llamado Aztatlán, se extendió por lo menos desde el norte de Sinaloa hasta el norte de Jalisco.
Posclásico Tardío
Entre 1100 y 1200 d.C. las cosas volvieron a cambiar. La unidad cultural que se había alcanzado en la costa noroccidental se rompe, la cerámica del estilo Aztatlán deja de producirse y la región queda fragmentada en pequeños núcleos de población desvinculados del resto de Mesoamérica. En el norte de Michoacán, en cambio, se acentúa un proceso de concentración demográfica que ha sido bien estudiado en los pedregales de Zacapu. En ese paisaje agreste, por algo llamado malpaís, se fundaron cuatro asentamientos humanos con cientos de casas y varios conjuntos ceremoniales compuestos de templos, plazas, altares y grandes recintos, que tras dos siglos de ocupación fueron abandonados súbitamente y de manera planeada hacia 1450 d.C.
Claudia Espejel Carbajal. Arqueóloga por la ENAH, doctora en historia por El Colegio de Michoacán, profesora-investigadora del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán desde 2005. Estudia la sociedad tarasca antes y después de la conquista española.
Espejel Carbajal, Claudia, “Occidente de México”, Arqueología Mexicana, núm. 160, pp. 53-57.