Dentro del complejo mundo de seres serpentinos que se representaron en códices, cerámica, esculturas, relieves, tallas de madera o en diversos elementos arquitectónicos, las imágenes de serpientes de dos cabezas han llamado la atención de los especialistas dedicados al estudio de los animales mesoamericanos.
Este artículo presenta los trabajos de conservación-restauración realizados en tres de los cuatro asentamientos del corredor ecoarqueológico Paamul II: Garra de Jaguar, Ocho Balas y Las Manitas, aledaños al tramo 5 sur del Tren Maya. Se expone un panorama general de los procesos y criterios aplicados, los hallazgos registrados a partir de la intervención, así como la importancia de la colaboración interdisciplinaria.
La intensa vida ritual de la capital altiplánica no sólo se refleja en las complejas ceremonias plasmadas en el arte escultórico, sino también en las ricas ofrendas inhumadas en los principales edificios públicos. De uno de estos contextos procede un conjunto inusitado de animales marinos traídos desde las lejanas costas del Océano Pacífico. Las estrellas, junto con los corales, las almejas y los caracoles ocupan allí un lugar de privilegio.
Las serpientes de agua ocupan un lugar especial en el Códice Florentino de fray Bernardino de Sahagún, pues la descripción de estos reptiles se encuentra en el mismo capítulo donde aparecen lagartos, sapos o, incluso, mamíferos como la nutria o el fantástico ahuítzotl. La razón de esta clasificación es porque estos seres acuáticos no son comestibles, a diferencia de los peces, camarones, tortugas y renacuajos que sí lo son, y que llegan a ocupar párrafos anteriores en el mismo libro undécimo.
El copal es una resina vegetal del árbol del género Bursera, originario de tierras calientes y húmedas como las de los actuales estados de Guerrero, Morelos, Puebla y Oaxaca.
De acuerdo con el sacerdote maya que escribió el Chilam Balamde Chumayel, en el siglo XVII, los gobernantes de Chichén Itzá llegaron a Tahcabo en busca de miel.
Se han podido documentar más de 2 570 canchas en Mesoamérica y en el Suroeste de Estados Unidos, y con la publicación de este número, esta cifra sigue creciendo.
En Mesoamérica, como en otras civilizaciones del mundo, la duración biológicamente vivida fue cautivada en una red calendárica y cosmológicamente objetivada.
El conocimiento de la homosexualidad en el México prehispánico depende en gran medida de la difícil valoración de las fuentes que abordan este polémico tema.
Sumamente normada, la conducta sexual no sólo afectaba la salud del individuo, sino sus muy complejas relaciones sociales y las del ser humano con los dioses.