Los transgresores eran capaces de mover el cosmos: con sus faltas lo desordenaban y con sus festividades, ayunos, confesiones y castigos reparaban el equilibrio perdido.
De un montón de tierra sumergida en agua, la materia carbonizada flotó. Cuando se “leyó” al microscopio, era una cúpula de maíz, el tercero en orden de antigüedad en el país.
Sus habitantes ya trabajaban la turquesa y elaboraban diversos ornamentos y objetos rituales, que formaron parte de ofrendas dedicatorias y funerarias en varias de las estructuras más importantes.