El valor de los objetos de concha

Luis Gómez Gastélum

En el mundo de los bienes siempre habrá cosas que son valiosas por diversos factores, tanto de carácter social o personal. Además, la percepción de los objetos considerados valiosos también cambia con el paso del tiempo. De tal manera, ciertos artículos pueden serlo para unas personas mientras que para otras no, o bien sólo en ciertos momentos de su existencia y en otros no. Siendo esto así, entonces ¿cómo poder dilucidar en dónde reside su valor?

Partiremos aquí de una noción social, es decir de una percepción compartida por un grupo sobre el porqué un objeto es valioso. Son dos conjuntos de atributos los que sustentan esta cualidad. Por un lado, apoyado en una base económica, una medida del valor considera la cantidad de trabajo que se acumula en un objeto. Incluye el esfuerzo para la obtención de la materia prima y su transformación. Además la distancia recorrida desde su punto de origen hasta el lugar de su consumo, así como la dificultad para tener acceso a éste. Por otro lado está el aprecio por ciertos atributos de los materiales. Tal estimación está relacionada con la identidad de cada grupo. Entre ellos su historia, mitología y visión del mundo. De ello dan cuenta los procesos simbólicos de una sociedad en un tiempo histórico determinado. Ambas perspectivas no son excluyentes entre sí. De hecho son complementarias, ya que el concepto de “valor” se integra con elementos presentes en las consideraciones brevemente descritas.

De las conchas como cosas valiosas

Las sociedades prehispánicas que habitaron el actual territorio mexicano tuvieron a las conchas de moluscos entre las cosas que consideraban valiosas. Por sus cualidades, podemos observar que en ellas se cumplieron las condiciones arriba tratadas. Aquellas comunidades seguramente consideraron los aspectos económicos, a juzgar por los lugares de obtención de los moluscos –situados tanto en  las costas del Pacífico como en las del Golfo–, y el trabajo que exigió conseguirlos, así como esencias simbólicas representadas en los objetos que manufacturaron, sus formas y colores. Además, sus contextos de hallazgo, que suelen ser lugares especiales ligados con las relaciones establecidas entre los grupos sociales o con entidades sobrenaturales como antepasados o deidades, confirman la importancia –es decir el valor– que tuvieron las valvas en aquellos tiempos.

Uso de conchas en la época prehispánica

Uno de los más claros ejemplos en torno a la base económica se encuentra en el Occidente de México. Del sitio arqueológico Las Cebollas, ubicado en el actual estado de Nayarit, nunca explorado formalmente por arqueólogos, Peter Furst recuperó parte de la ofrenda de una tumba de tiro datada en 100 d.C. Entre lo rescatado, destacaron por su abundancia caracoles de la especie Turbinella angulata, la mayoría modificados para servir como trompetas. Este univalvo es oriundo del Mar Caribe, por lo que supuso un traslado de poco más de 2 000 km para llegar al lugar de su hallazgo. Sin embargo, en este caso no sólo la cuestión económica fue valorada, pues también se le encuentra con un trabajo más cuidado en la tumba de tiro de Huitzilapa, Jalisco. Aquí Jorge Ramos y Lorenza López-Mestas lo reportan con la particularidad de que varios ejemplares llevaron un revestimiento en el estilo pseudocloisonné, en el que se plasmaron motivos de la tradición de las tumbas de tiro. En esta acción se observa una valorización a partir de las creencias y simbolismos de esa sociedad. Otro ejemplo, posterior en el tiempo y ubicado en el Altiplano Central mexicano, se aprecia en el tratamiento dado a conchas de la familia Spondylidae en Teotihuacan (100 a.C. a 600 d.C.). Para México existen tres especies de interés arqueológico, dos provienen del Pacífico y una del Caribe. Las primeras son Spondylus crassisquama y Spondylus limbatus, mientras que la última es Spondylus americanus. En todas son característicos sus colores, que van del anaranjado al púrpura, y que por su simbolismo asociado –vinculado con aspectos ígneos y solares– dieron lugar a una red de comercio e intercambio controlada por los teotihuacanos. En ésta, de acuerdo con Charles Kolb, hubo rutas con origen en la bahía de Petalcalco y en la laguna Papagayo, por el lado del Pacífico, mientras que las del Golfo, controladas por Tajín y Matacapan, iniciarían a la altura de los ríos Tecolutla y Papaloapan, respectivamente, y todas arribaban a la urbe. Ahora, en cuanto a su uso simbólico, es necesario señalar que se utilizaron en innumerables objetos. Las hubo tanto en ofrendas, depositadas sin modificaciones mayores, como en la elaboración de artículos de adorno personal y además de agregados en otros materiales. Ejemplo de ello son los pectorales encontrados entre los entierros de la Pirámide de la Serpiente Emplumada en la Ciudadela, formados por cuentas que reproducían dientes humanos. Al mismo tiempo, fueron representadas en la arquitectura de dicho edificio, donde forman complejos simbólicos asociados de manera directa con ese numen.

Ejemplos destacados en la elaboración de objetos suntuarios se encuentran entre los mayas del periodo Clásico. Ricardo Velázquez Valadez recuperó en Oxkintok (650-750 d.C.), en un entierro, fragmentos de concha de distintos colores, trabajados como incrustaciones o teselas. El trabajo de un equipo dirigido por Laura Filloy y Eugenia Gumí permitió la reconstrucción de un voluminoso pendiente con forma de la cabeza de un ave o tortuga. Las especies usadas fueron Spondylus crassisquama, Lobatus gigas, Pinctada mazatlanica y, en mucho menor cuantía, del género dulceacuícola Nephronaias. También en Dzibichaltún, cuyo apogeo se dio entre 850 y 1100 d.C., se elaboraron objetos de ornato. Cuentas, aros, teselas, láminas y otros elementos formaron collares, pulseras, orejeras, narigueras, entre otros artículos.

 

Luis Gómez Gastélum. Doctor en antropología por la ENAH. Investigador de la Universidad de Guadalajara, adscrito al Centro Universitario de Tonalá en el Departamento de Ciencias Sociales y Disciplinas Filosóficas, Metodológicas e Instrumentales.

Gómez Gastélum, Luis, “El valor de los objetos de concha”, Arqueología Mexicana, núm. 161, pp. 43-38.